Cayetano y Ginés Marín, que roza la puerta grande, compiten en entrega

Los diestros Ginés Marín, al que solo sus fallos con la espada impidieron repetir salida a hombros, y Cayetano compitieron en un derroche de entrega y torería durante la denominada Corrida de la Cultura que cerró hoy los festejos extraordinarios de la primavera en Las Ventas.

FICHA DEL FESTEJO:

Seis toros de Núñez del Cuvillo, de dispares hechuras, cuajo y seriedad en las cabezas, y también de juego desigual, dentro de su generalizada nobleza y medido fondo de raza. Destacó sobre todos el tercero, bravo y repetidor, que fue muy ovacionado en el arrastre.

Morante de la Puebla, de verde esmeralda y oro: estocada (silencio); dos pinchazos y estocada delantera atravesada (pitos).

Cayetano, de tabaco y oro: estocada (ovación tras aviso); estocada tendida trasera y descabello (gran ovación tras aviso).

Ginés Marín, de rioja y oro: tres pinchazos y estocada (vuelta al ruedo); estocada trasera desprendida y dos descabellos (ovación).

Entre las cuadrillas destacaron especialmente los hombres de a pie de Cayetano, tanto con el capote como con las banderillas, tercio en el que saludaron Iván García y Alberto Zayas.

Asistió al festejo el Ministro de Cultura, Íñigo Méndez de Vigo.

Corrida de la Cultura, con el cartel de "no hay billetes" en taquillas (23.624 espectadores), en tarde de calor con algunas rachas de viento.

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CULTURA... Y PASIÓN

Denominar a una corrida de toros como "de la Cultura" no deja de ser una redundancia en la que ha incurrido la nueva empresa de Las Ventas para crear así un nuevo festejo extraordinario, al hilo de la de Beneficencia, en el final de la primavera madrileña.

Y es que los toros son cultura por sí solos, además de muchas más cosas. Entre ellas, como sucedió hoy, un generoso derroche de pasión por parte de esos viejos héroes que se siguen jugando la vida ante las astas de los toros.

Hoy, en Madrid, tanto Ginés Marín como Cayetano han sido al tiempo héroes y artistas generadores de momentos de una intensa belleza y de profundas emociones que lograron varias veces poner en pie a las casi 24.000 personas que llenaron el templo taurino.

El extremeño Marín estuvo a punto de volver a salir bajo el palio de la Puerta Grande madrileña, igual que consiguió hace tres semanas, de no haber mediado tres pinchazos en la suerte suprema que impidieron la concesión de las dos más que seguras orejas que se ganó con la muleta ante el tercero.

Fue ese toro salinero (mezcla de pelos colorados y blancos) de Núñez del Cuvillo el mejor de la corrida, en tanto que repitió sin descanso unas claras embestidas a las que faltó, únicamente, un punto más de fuerzas para haber alcanzado casi el ideal de la clase.

El joven Marín, crecido de moral y dispuesto a llevarse la tarde desde el principio, le abrió la faena a lo grande, con muletazos de frente y adornos variados que marcaron ya el apurado nivel de ajuste de cada uno de los pases que llegarían después.

En concreto fueron tres series con la derecha y una al natural de mucha intensidad, muy firme de plantas el torero, decidido a redondear cada pase con una hondura a la que no siempre podía responder el toro, pero llegando a fases soberbias, como un cambio de mano monumental que levantó a la plaza como un resorte.

Pero Marín se precipitó un tanto al entrar a matar con el animal muy descolgado de cuello, lo que, hasta en tres ocasiones, le impidió pasar el fielato con la suficiente holgura como para cortar esas dos orejas que le hubiera pedido un público volcado.

Ya con el sexto, el extremeño puso la misma pasión y tanta solvencia y frescura para mostrarse muy por encima de las condiciones de un astado que se quiso rajar y que protestó cabeceando cada muletazo, incluso hasta las escalofriantes bernadinas con que Marín remató su tarde.

Otro derroche de entrega fue el de Cayetano, en la que pasa por ser, de momento, la mejor de sus actuaciones en Las Ventas. Ya enseñó el torero de dinastía una decidida y gran actitud con su primero, un astado más temperamental que bravo que acabó reservándose y protestando.

Pero lo mejor llegaría con el quinto, al que recibió con unos arrebatados lances rodilla en tierra y al que le hizo un valentísimo y gallardo quite por gaoneras, antes de que su sus banderilleros dieran todo un recital con capote y palos en el segundo tercio, en el que brilló deslumbrante el soberbio par con que lo cerró Iván García.

La clave de ese extraordinario momento fue la forma en que el subalterno esperó y se dejó llegar a un toro renuente, que fue exactamente lo que hizo Cayetano cuando inició su trasteo también con las dos rodillas en tierra, dado totalmente a la embestida y levantando así de nuevo a los tendidos.

Mientras el toro mantuvo el fondo, apenas dos tandas, Cayetano lo toreó con ritmo, cadencia y buen gusto, para después, ya sin que se repitieran las embestidas y se calentara tanto el público, seguir sacando limpios y puros muletazos sueltos a base de cruzarse y exponer con absoluta sinceridad, que fue como cobró también otra limpia estocada volcándose sobre el morrillo.

Morante de la Puebla, la estrella del cartel, se encontró con dos toros vacíos de raza y de fuerzas con los que no perdió demasiado el tiempo, para enfado de los que esperaban más del artista sevillano en su única comparecencia del año en Madrid.