Tras la muerte de Franco, Juan Carlos I tenía claro que, en el camino a la democracia, necesitaba poner al frente del Gobierno a una persona capaz de liderar una Transición de consenso. El Rey decidió que ese hombre fuera un desconocido, Adolfo Suárez.
La figura de Suárez no contentó a nadie. Para unos era el continuador del dictador, para otros un 'donnadie'. Era un hombre con ideas pero ni siquiera él sabía si las podría cumplir. El camino hacia la democracia sería lento y complicado.
Poco a poco, Suárez consiguió avanzar en la regeneración política y social: la legalización del PCE, el acercamiento a los líderes nacionalistas en el exilio, la Ley de Amnistía... La 'mano izquierda' y la 'mano derecha', que manejó con inteligencia y firmeza en la Transición.
