Your browser doesn’t support HTML5 audio

(Actualizado

La abdicación del Rey Juan Carlos y la proclamación de su hijo como Felipe VI abrieron una página de la Monarquía democrática acorde a las expectativas de renovación, alejaron el acoso que sufría la institución en los últimos años y convirtieron 2014 en una fecha destacada de la Historia de España.

Con los cercanos precedentes de Holanda y Bélgica, los tantas veces desmentidos proyectos de renuncia al trono por parte de don Juan Carlos salieron a la luz el lunes 2 de junio y fue el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, el encargado de anunciar que aquel era el mejor momento para llevar a cabo con total normalidad un cambio en la jefatura del Estado.

Horas después, en un mensaje televisado que, por su relevancia, inevitablemente traía a la memoria el tan distinto pero no menos histórico del 23F, el Rey explicaba su intención de abrir una "etapa de esperanza" que combinara la experiencia y el impulso de "una generación más joven, con nuevas energías", decidida a "emprender con determinación" las reformas que demanda la actual coyuntura.

Culminaba aquel día un proceso madurado a partir de enero, después de que don Juan Carlos cumpliera 76 años y reapareciera en el Palacio Real tras su última operación de cadera para presidir una celebración de la Pascua Militar en la que, pese a su interés por dejar patente su recuperación física, mostró dificultades para leer algunas frases de su discurso.

Aquella imagen mejoró pronto, reforzada en primavera por tres viajes oficiales a monarquías del Golfo Pérsico con las que el Rey volvió a mostrar la utilidad de su experiencia y sus privilegiadas relaciones internacionales al servicio de los intereses económicos del país, pero la decisión estaba ya tomada.

Finalmente, el 19 de junio todas las miradas estaban pendientes del hemiciclo del Congreso de los Diputados, donde, casi 39 años después del célebre compromiso de don Juan Carlos como "Rey de todos los españoles", su hijo, recién proclamado como Felipe VI, convertía en lema implícito del reinado su determinación a encarnar "una Monarquía renovada para un tiempo nuevo".

Ante los retos de la crisis, los intentos independentistas y el deterioro de las instituciones, el nuevo Rey asumía el "deber moral" de trabajar para revertir la situación de los parados, llamaba a consolidar una España "unida y diversa" y se comprometía a velar por la dignidad de la Corona, "preservar su prestigio y observar una conducta íntegra, honesta y transparente".

Nadie dudaba de la relación de estas palabras con los efectos de la tempestad sin tregua del caso Nóos, que tanto daño había hecho a la imagen de la Monarquía a partir de la imputación de Iñaki Urdangarin y que no era ajena a la ausencia de la infanta Cristina, apartada de toda actividad institucional desde fines de 2011 y ahora ya fuera de la Familia Real, al pasar de ser hija a hermana del Rey.

Aquel día dio también la vuelta al mundo el saludo de don Felipe y doña Letizia desde el balcón del Palacio Real, el mismo lugar en el que se habían presentado diez años atrás como recién casados ante una población a la que ahora deseaban demostrar más que nunca su compromiso con las necesidades del país y su determinación a dar ejemplo de austeridad y transparencia frente a las exigencias ciudadanas.

Las primeras actividades oficiales de Felipe VI y la Reina Letizia pusieron de manifiesto su interés en abrir la Corona a todos los sectores de la sociedad y, días después de su proclamación, el nuevo Monarca empezó a impulsar medidas sin precedentes, como un código de conducta para la Casa del Rey, una auditoría externa para sus cuentas y una regulación de los regalos que recibe la Familia Real.

La agenda internacional del primer semestre de reinado les ha llevado a casi una decena de países europeos, así como a Marruecos y a la ciudad de Nueva York -en la que don Felipe se reunió con el presidente Barack Obama y presentó ante la ONU una España renovada que rechaza la intolerancia- y, antes de fin de año, el Rey ya ha puesto en marcha todas las medidas prometidas para reformar su Casa.

Todo ello sin descuidar la privacidad de sus hijas -frente a las presiones para aumentar la presencia pública de la Princesa Leonor- y sin que el relevo en la Corona haya dejado de estar presidido por la normalidad durante todo el proceso, pese a lo inédito de una situación en la que don Juan Carlos y doña Sofía conservan su título de Reyes y, como tales, mantienen una presencia activa en la agenda oficial.