Es imposible hablar de la historia de Madrid sin hablar del metro de Madrid y su historia. Los ingenieros que fundaron el metro, Carlos Mendoza, Miguel Otamendi y Antonio González Echarte entendían que Madrid tenía la posibilidad de tener un metro con mucho potencial para la ciudad.
Los tres fundadores intentaron cubrir los 8 millones de pesetas que se necesitaban para poner en marcha la primera línea. Fue el Banco de Vizcaya el que aportó 4 millones, pero aun así faltaba un millón para poder comenzar a plantear Metro de Madrid. Su idea fue acudir al rey Alfonso XIII, el monarca que reinaba por entonces en España.
El rey apoyó la construcción del Metro de Madrid poniendo un millón de pesetas de su propio bolsillo con una única condición: ser el primer viajero del metro. La línea 1, la primera en inaugurarse por Alfonso XIII, tenía la intención de unir el centro de Madrid, desde la estación de la PSuerta del Sol a Cuatro Caminos, que era una zona más industrial siendo su inauguración el 17 de octubre de 1919.
La línea tenía una distancia de 4 kilómetros, se tardaban 10 minutos en hacer el recorrido y costaba el billete un total de 60 pesetas. El impacto que tuvo la inauguración del metro fue importantísimo para Madrid y marcaba un inicio muy prometedor para la capital de España, con la que consiguieron más de 55.000 viajeros.
Un paseo por la historia
El metro transformó Madrid en una ciudad moderna, siendo Antonio Palacios, un gallego originario de la villa pontevedresa, quien diseñó los interiores de las primeras estaciones. Organizó los accesos, definió la estética de las primeras líneas y creó el logotipo con forma de rombo que se mantiene en la actualidad.
Un rombo que ha sobrevivido a varios rediseños y se ha convertido en un icono urbano de la ciudad de Madrid. Hoy su huella sigue viva en algunas estaciones excepcionalmente conservadas como la estación de Chamberí y el vestíbulo de Tirso de Molina.
Una de las principales aportaciones al patrimonio industrial madrileño fue la estación eléctrica de Pacífico, inaugurada en 1924 y conocida hoy en día como nave de motores, fue en su momento la estación eléctrica de mayor potencia instalada en España.
Los tres motores y la maquinaria que hoy se conserva servían para generar y transformar la energía que movía los trenes, también proporcionaba electricidad y energía en Madrid durante la guerra civil. Esta nave eléctrica dejó de funcionar en 1950, debido a que se quedó obsoleta por los avances tecnológicos.
Metro se ha ido adaptando a las necesidades de los madrileños con el paso del tiempo. Las primeras líneas se construían a cielo abierto y ofrecían estaciones a muy baja profundidad, lo que permitía unos accesos cómodos para los usuarios en una época en la que se carecía de medios mecánicos de elevación.
En el interior del metro las lámparas de bujías iluminaban los andenes y los túneles durante todo el servicio, mientras que un sistema de señales luminosas blancas y rojas servían para regular la circulación de los trenes.
La evolución de las estaciones y el aumento de número de viajeros obligó a ampliar las instalaciones de Metro, pero para ello se encontraron con un problema: las estaciones debían tener mayor profundidad, por ello era también necesario comenzar a modernizar los accesos con ascensores y escaleras mecánicas.
Hasta 1960 la profundidad media del metro era de 9 metros, pero con la popularización de las escaleras mecánicas la profundidad media de las estaciones construidas se duplico hasta alcanzar los 18 metros bajo tierra.
Fue entre 1974 y 1994 cuando se alcanzó una media de hasta 25 metros de profundidad, la máxima conseguida en Metro de Madrid.
A partir de 1994 se planteó un nuevo enfoque de la arquitectura de metro con estaciones más amplias y más diáfanas que dieran la sensación de amplitud para el viajero.
También se pretendía que el diseño facilitara los rápidos flujos de circulación del viajero y mejorara las correspondencias con otras líneas de metro, así como cercanías y, más tarde, con las de metro ligero.
Actualmente Metro sigue los criterios de sencillez, funcionalidad y accesibilidad para el diseño de sus estaciones en las que prima, ante todo, el buen flujo de circulación de los viajeros y la luminosidad.