Vuelve a ver 'Tiburón', en Telemadrid, y recuerda por qué le tenías miedo al agua
Esta tarde a las 15:45 horas
C.M.T.
El guión estaba sin terminar, no tenían todos los actores, faltaban muchas cosas por cerrar y Spielberg amenazaba con marcharse si no le dejaban hacer las cosas exactamente como él quería. Así empezó la historia de la que está considerada una de las mejores películas de la Historia del Cine. Con mucha prisa.
¿Por qué tanta prisa? Porque había que aprovechar el éxito del libro de Peter Benchley en que se basa el argumento, antes de que la gente lo olvidara.
Para dar realismo, los productores pretendieron, al principio, que el escualo fuera de verdad y estaban dispuestos a ‘entrenar’ a un gran tiburón blanco auténtico. Al final se dieron cuenta de que el realismo iba a ser excesivo y que tampoco había necesidad de poner a nadie en peligro, así que se construyeron tres grandes tiburones robóticos, que salieron a 250.000 dólares cada uno (para que luego te quejes del precio del rodaballo).
Los tiburones mecánicos recibieron un nombre propio: ‘Bruce’. Como el abogado de Spielberg. Y desde el principio dieron muchos problemas. Tuvieron tantos fallos de funcionamiento que el aclamado director decidió suprimir la mayoría de las escenas que ya se habían grabado con ellos.
Seguro que esta decisión hizo que más de uno se tirara de los pelos pero acabó siendo muy beneficiosa ya que, como no tenía imágenes, Spielberg optó por enseñar sólo la aleta dorsal y ‘sugerir’ al monstruo en lugar de mostrarlo. Acompañado de la inquietante música de John Williams y al más puro estilo Hitchcock. Eso dio mucho miedo.
George Lucas comprobó en sus propias carnes los problemas mecánicos de los tiburones-robot el día que su amigo Steven Spielberg se lo llevó de visita al taller donde los tenían y, por eso de hacer la gracia (que nadie está exento de tentaciones), metió la cabeza entre los dientes. Spielberg, también por hacer la gracia, pulsó los controles que cerraban la enorme dentadura, el bicho se rompió justo en ese momento y sacar a Lucas costó un buen rato. Siguieron siendo amigos.
El rodaje comenzó el 2 de mayo de 1974 en la isla Martha's Vineyard (Massachusetts). Iba a durar 55 días pero se extendió por 159. El presupuesto se disparó. Pasó de todo. Aparte de los problemas con los tiburones mecánicos, se produjeron todo tipo de accidentes que, aunque no pasaron a mayores, tuvieron a elenco y equipo técnico en un sinvivir.
Al final sí que aparece en la película un tiburón blanco auténtico. El animal que ataca la jaula (cuando está vacía) es un tiburón real que llegó mientras grababan. Según el libro, Hooper (Richard Dreyfuss) debía estar dentro en ese momento pero Spielberg se negó a desperdiciar las impresionantes imágenes y cambió el guión. Cualquier cosa a cambio de tener fotogramas de un tiburón blanco vivo ensañándose con la jaula. No es para menos.
Finalmente, tras muchos avatares, la película se estrenó en 464 salas de cine a la vez, lo que no era muy usual, y se convirtió en un auténtico blockbuster, cuando aún no era habitual utilizar este sinónimo de ‘taquillazo’.
La cinta recibió innumerables premios, batió récords de recaudación y extendió el pánico al agua. Tras el estreno surgió una especie de ‘histeria colectiva’ en torno a los tiburones y los ‘avistamientos’, más bien imaginarios, se multiplicaron, a la vez que bajó, notablemente, el número de personas que ese verano fueron a la playa.
Marcó un antes y un después en Hollywood, que se dio cuenta de las enormes posibilidades de contar una historia sencilla con mucha acción, sobre todo si la acompañas de una gran campaña publicitaria y la estrenas en múltiples cines a la vez. Creó un modelo que muchos imitaron después.
Es una de las películas que se guardan en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, honor sólo reservado a las mejores, aquellas que se considera “cultural, histórica o estéticamente significativas”.
Telemadrid te da la oportunidad de volver a verla, este miércoles a las 15:45 h. Quizá después tardes un tiempo en volver a la playa.