La mayor parte del personal sanitario que se infectó hace un año por SARS-CoV-2 mantiene anticuerpos anti-Spike independientemente de la gravedad de los síntomas, lo que indica que haber pasado la enfermedad genera una inmunidad duradera, al menos durante un año.
Así lo concluye un estudio hecho en 173 profesionales sanitarios que se contagiaron de coronavirus hace un año y que ha sido codirigido por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), el Institut Català de la Salut (ICS) y el IDIAP Jordi Gol (IDIAPJG), con la colaboración de la Fundació Privada Daniel Bravo Andreu.
Confirma la inmunidad también de las vacunas
Según los investigadores, estos resultados sugieren que la inmunidad generada por las vacunas también será de larga duración. Este estudio confirmaría otros que consideran asimismo que la mayoría de personas genera una respuesta humoral (anticuerpos) y celular (linfocitos T) que se mantiene a lo largo de varios meses, quizás años.
Durante la primera ola de la pandemia, el equipo de ICS/IDIAPJG en colaboración con el grupo de la inmunóloga Carlota Dobaño (ISGlobal) comenzó un estudio de seguimiento en una cohorte de 173 profesionales sanitarios con COVID-19 que trabajaba en centros de Atención Primaria de Cataluña.
La mayoría de las infecciones fueron leves o moderadas, aunque algunos casos requirieron hospitalización. El equipo tomó muestras de sangre de forma regular a partir de septiembre para medir el nivel y tipo de anticuerpos frente al SARS-CoV-2 en estos pacientes.
Anticuerpos presentes un año después
"Los resultados obtenidos hasta ahora nos hacen pensar que la inmunidad al virus SARS-CoV-2 es más larga de lo que intuíamos al inicio de la pandemia. Al ser un virus tan nuevo, es muy importante poder analizar el comportamiento y la afectación en las personas", ha explicado Anna Ruiz Comellas, investigadora del ICS en la Cataluña Central y coautora del estudio.
Al cabo de los primeros cinco meses no se observó una caída significativa de anticuerpos y, a los 9 meses, el 92,4 % de las personas seguían siendo seropositivas: el 90 % tenían IgG, el 76 % IgA y el 61 % IgM específicas de la proteína Spike.
En aquellas personas que aún no habían sido vacunadas en abril, es decir, un año después de la infección, los resultados fueron muy similares (el 95 % tenían IgG, el 83 % IgA y el 25 % IgM).
"Estos datos confirman la mayor duración de anticuerpos de tipo IgG, pero de manera sorprendente los de tipo IgM, que normalmente duran menos, también parecen mantenerse bastante tiempo", ha comentado Gemma Moncunill, investigadora de ISGlobal y también coautora del estudio.
Los no infectados deben ser vacunados con prioridad
El hecho de haber sido hospitalizado, haber tenido fiebre o haber perdido el olor o el olfato se asoció con niveles más elevados de anticuerpos a los cinco y nueve meses.
Hubo cuatro reinfecciones en los profesionales sanitarios analizados, de los que dos, sintomáticas, ocurrieron en personas seronegativas, y otra reinfección asintomática ocurrió en una persona que tenía niveles muy bajos de anticuerpos. Según los investigadores, estos resultados indican que los anticuerpos anti-Spike protegen contra la infección sintomática.
"También confirman que las personas que no han sido infectadas deben ser vacunadas con prioridad, ya que las personas que pasaron la infección mantienen anticuerpos al menos un año", ha precisado la investigadora Anna Ramírez-Morros.
"Considerando que los niveles de anticuerpos que se generan tras la vacunación suelen ser más elevados que los que se generan tras la infección natural, nuestros resultados sugieren que la inmunidad por las vacunas también será duradera", ha concluido Carlota Dobaño.