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(Actualizado

El Atlético de Madrid tendrá la oportunidad de tomarse la revancha con la historia y levantar veintisiete años después la Copa de Europa, tras clasificarse para la gran final de la Liga de Campeones, en la que se medirá mañana con el Kiel alemán, tras doblegar por 25-23 al Copenhague en semifinales.

Una victoria que premió la fe inquebrantable de los rojiblancos que nunca bajaron los brazos, pese a estar a merced durante casi cuarenta y cinco minutos de un conjunto danés, que obligó a los de Dujshebaev a renunciar a su juego.

Consciente de que el Copenhague no acostumbra a desaprovechar la más mínima duda de sus rivales para desplegar su fulgurante contragolpe, el Atlético de Madrid pareció más preocupado en todo momento de evitar las pérdidas de balón que de buscar los puntos débiles de la defensa danesa.

Una dinámica que tan sólo se atrevió a romper el joven lateral Nikolaj Markussen, que no dudó en mostrar, en cuanto tuvo ocasión, la descomunal potencia de su brazo izquierdo, con tres precisos lanzamientos que parecieron sacar a los rojiblancos de su desconcierto.

Y es que pese a que los de Talant Dujshebaev cuidaron con mimo cada una de sus posesiones, apenas bastaron un par de errores, para que el ciclón danés arrasase la pista, hasta situar al Copenhague con una inquietante ventaja de tres goles (4-7).

Una renta que aumentó más si cabe la presión sobre el conjunto madrileño, atrapado en la duda de si arriesgar más en ataque para tratar de reducir su desventaja o seguir ralentizando cada una de sus ofensivas para no alimentar el contragolpe danés.

Disyuntiva que se encargó de resolver el ya mencionado Markussen con tres goles desde más allá de los nueve metros, que parecieron cambiar el discurrir del encuentro, o al menos, para impedir que el Copenhague siguiera viviendo plácidamente a la carrera.

Aunque no lo suficiente como para voltear el resultado, lastrado como estuvo el Atlético por una inusitada endeblez defensiva, agravada por las bajas de Mariusz Jurkiewicz e Isaías Guardiola, que se cayó del equipo a última hora, a causa de las unas molestias en la pierna izquierda.

Debilidad que se vio acrecentada por la falta de acierto en la portería, donde ni Arpad Sterbik ni José Javier Hombrados eran capaces de atajar los lanzamientos de los Mikkel Hansen u Olafur Stefansson, empeñado en dar toda una lección de balonmano ante sus excompañeros.

Un cúmulo de malas noticias para los rojiblancos que sólo encontraban un hilo de esperanza en un marcador, que pese a la notable superioridad de los nórdicos, tan sólo reflejaba al descanso una desventaja de tres goles (12-15) para el Atlético.

Dato al que se aferró con fuerza el conjunto madrileño, convencido de que a la mínima mejoría que mostrase su juego en la segunda mitad podría volver a meterse de lleno en la pelea por la victoria.

Una mejoría que llegó como consecuencia de las tres exclusiones casi consecutivas con las que arrancó al Copenhague la segunda parte, lo que permitió a los rojiblancos recortar su desventaja y lo más importante recuperar la confianza perdida.

Especialmente en defensa, donde el Atlético comenzó a recuperar su habitual solidez, amparado en el resurgir de un Arpad Sterbik, que había mostrado su versión más gris en la primera parte.

Mejoría defensiva que unido al acierto de Lazarov desde el punto de penalti permitió a los madrileños no sólo ya igualar el marcador, sino dar un vuelco radical al tanteador para situarse con una ventaja de tres goles (24-21) a poco más de cinco minutos para el final.

Tiempo en el que el Atlético tiro de experiencia, para sellar con un último lanzamiento de Joan Cañellas (25-23) su presencia en la gran final, donde los rojiblancos tratarán de levantar por primera vez en su historia el título de campeón de Europa, del que hace veintisiete años le privó el legendario Metaloplastika yugoslavo.