Kaptagat, la guarida de los atletas campeones de Kenia
Redacción / Efe
"Bienvenidos a Eldoret, la ciudad de los campeones", reza un cartel en el aeropuerto de esa urbe occidental de Kenia, epicentro de una bucólica región que ha maravillado al mundo como cuna de algunos de los mejores atletas de la historia.
A treinta kilómetros de Eldoret se alza el centro de entrenamiento de élite del pueblo de Kaptagat, la guarida de los campeones situada a unos 2.400 metros de altitud sobre el nivel del mar, en pleno corazón del valle del Rift.
Una puerta de barrotes de hierro azul da entrada a un austero recinto que guarda los secretos del éxito de los corredores kenianos que deslumbran en las pruebas de fondo y medio fondo.
Antes de despuntar el alba bajo una fina lluvia, un grupo de atletas embutidos en chubasqueros se reúne con sigilo en un camino embarrado aledaño, entre ellos el rey del maratón, Eliud Kipchoge, y la plusmarquista de los 1.500 metros, Faith Kipyegon.
Sus siluetas suelen discurrir por senderos de arcilla rojiza entre bosques de eucaliptos y acacias, pero en esta ocasión el mal tiempo obliga a poner a prueba sus piernas sobre una carretera de asfalto en la que esquivan ruidosos boda bodas (mototaxis).
Corren treinta kilómetros a pleno pulmón en un ejercicio semanal que "fue bien" pese a que "llovió un poco", declara, de vuelta en el recinto de Kaptagat, un Kipchoge que prepara muy "concentrado" los Juegos Olímpicos de París de 2024, donde afronta su "mayor desafío": ganar una tercera medalla de oro olímpica en un maratón.
Rodeado de granjas con vacas que mugen a sus anchas, el campamento acoge de lunes a sábado a veinticinco atletas que comparten entrenamientos y una vida frugal regida por la disciplina, sin distinción entre estrellas y subalternos.
"Todos son iguales", dice el maratoniano Laban Korir, presidente del complejo, fundado en 2002 por el excorredor convertido en entrenador Patrick Sang y la agencia neerlandesa de representación de atletas Global Sports Communication.
Entonces, el centro carecía de agua corriente y sus inquilinos tenían que sacarla de un pozo. Las instalaciones tampoco disponían de electricidad, hasta que se colocaron después placas solares.
Con rigor casi militar, los deportistas realizan tareas domésticas como cocinar una vez a la semana, limpiar los baños y sacar la basura.
Un edificio principal de techo azul alberga a los corredores masculinos, que duermen dos por habitación; mientras un segundo inmueble de entradas arqueadas incluye los dormitorios de mujeres y una sala de fisioterapia, entre otras dependencias.
En la parte trasera hay una cocina humeante y un comedor de madera con mesas cubiertas por manteles de hule donde se prohíbe usar el teléfono móvil.
"Aquí cocemos nuestro pan. No usamos conservantes", explica Korir, apuntando a un horno metálico, antes de desvelar un talento desconocido de Kipyegon: "Faith hace el mejor chapati (pan plano muy popular en Kenia)". Sentada en un banco tras almorzar "fríjoles, patatas y arroz", la reina del mediofondo responde con risas al cumplido.
"¡Oh, sí! Intentamos cocinar nosotros mismos, especialmente los jueves. Lo llamamos comida especial de la semana. Por eso, normalmente cocinamos chapati", comenta Kipyegon, quien buscará en París su tercer oro olímpico en los 1.500 metros.
"Disfrutamos del deporte juntos. Ese es nuestro principal objetivo cuando estamos aquí en el campamento", afirma la atleta, de 30 años.
Tras las férreas sesiones de ejercicios con balones aeróbicos y pesas que dirige el fisioterapeuta Eric Muthuri ("¡Arriba, abajo, relax!"), los atletas se relajan en el césped del jardín o degustan una taza de té con leche sentados en sillas de plástico.
Poco margen para distracciones
Aunque existe poco margen para las distracciones en Kaptagat, los corredores pueden ver la televisión o leer un libro de una pequeña biblioteca, en cuyos estantes asoman obras como Una tierra prometida, de Barack Obama.
"Puedes obtener conocimiento en los libros y el conocimiento puede ayudarte a llegar a lugares", dice Kipchoge, un voraz lector cuyo libro favorito es "¿Quién se ha llevado mi queso?", de Spencer Johnson.
El mejor maratoniano de todos los tiempos, de 39 años, revela que ese superventas motivacional le enseñó a "cambiar" y a "adaptarse a cualquier situación".
Muchos jóvenes en Kaptagat ven una inspiración en Kipchoge, único atleta que ha corrido la mítica distancia del maratón (42,195 kilómetros) en menos de dos horas, aunque esa marca -batida en Viena en 2019- no se validó oficialmente.
El legendario fondista es el ídolo del corredor Daniel Mateiko, de 25 años, quien admira su "personalidad, disciplina y trabajo duro".
"Este campamento es un buen lugar. Cuando estás aquí, te sientes bien. Tienes tranquilidad (...). Todo es cuestión de entrenar, nada más", declara a Mateiko, quien sueña con competir en los 10.000 metros en los Juegos de París.
Las gestas de estos héroes se celebran con humildes árboles plantados en el recinto junto a placas conmemorativas, como el naranjo que recuerda que Kipyegon pulverizó en 2023 los récords mundiales en 1.500 metros y 5.000 metros.
Pero más allá del éxito (o el fracaso), todos en Kaptagat, según Mateiko, aprenden una lección: "El deporte te enseña a ser un ser humano cuando corres con seres humanos".