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La actuación providencial del portero costarricense del Real Madrid, Keylor Navas, en El Sadar evidenció la enorme capacidad del guardameta tico de abstraerse e inmunizarse a la doble presión de la titularidad de un grande y de la intensa rumorología que le busca un sustituto cada dos por tres.

La portería, y mucho más la de los equipos de arriba a los que les llegan pocas veces, es uno de los puestos que más pesan y el costarricense ha sabido sobreponerse a lesiones, miradas escrutadoras y, mucho más, a la catarata de nombres que han salido durante las últimas semanas como posibles sustitutos suyos para la próxima temporada.

RUMORES DE FICHAJES

Las paradas salvadoras de Keylor en el triunfo blanco ante Osasuna (1-3) avalaron, una vez más, la altura y pulsaciones con las que hace frente al quemadero que es por definición la portería de un grande como el Real Madrid y, además, a nombres como David de Gea o Thibaut Courtois, los que han sonado como sus eventuales sustitutos.

Keylor Navas (Pérez Zeledón, 1986) nunca lo tuvo fácil y ahora se ve, nuevamente, en la casi obligación de refrendar su titularidad en el club de Concha Espina, que ha salido en tropel a defender a su 1 desde su presidente, Florentino Pérez; a su director de Relaciones Institucionales, Emilio Butragueño; su entrenador, Zinedine Zidane, o su antecesor, Iker Casillas.

Navas, quien el pasado enero recogió el Premio EFE al Jugador Iberoamericano del Año, es un paradigma de humildad, superación y de hacer frente a la presión y así pasó de héroe en su país, a ser traspasado al modesto Albacete y, de ahí, al Levante como portero suplente del uruguayo Gustavo Munúa.

HUMILDAD Y FE

Profundamente religioso, Keylor aguantó la suplencia en el club levantinista desde 2011 a 2013 hasta que le llegó la oportunidad y deslumbró en diez meses pletóricos y un excelso Mundial de Brasil que le abrieron las puertas del todopoderoso Madrid, un mundo de galácticos en el que ha sabido hacer valer todo lo suyo.

La humildad y la fe en sí mismo fueron las armas que empleó el costarricense para pasar de ser un héroe nacional con el equipo más laureado de su país, el Deportivo Saprissa, a calentar banquillo en modestos de España, una escuela para lo que le vino después al enfundarse la camiseta del Real Madrid.

Al Santiago Bernabéu, escenario de sus sueños de cuando era niño, el arquero costarricense llegó con la responsabilidad de suplir a la leyenda Iker Casillas, que consumía la recta final de su trayectoria blanca antes de ser traspasado al Oporto portugués, y ya en su segundo año agarró la titularidad de la mano de Carlo Ancelotti.

LA SOBRA DE DE GEA

Un fax que no llegó a tiempo frustró su traspaso al Manchester United en una operación de intercambio con David de Gea y, con ello, se afianzaron sus convicciones religiosas y, con la alegría de quedarse, su afán de ganarse el puesto día a día tras pasar "los peores momentos de su carrera", según confesó.

"Dios me ha dado esta oportunidad y no pienso desaprovecharla", admitió en su momento Keylor Navas, quien tras ese momento crucial en su vida, siguió y siguió hasta convertirse en el amo de la portería del Real Madrid, con el que conquistó la Undécima y ha ganado dos Supercopas de Europa y dos Mundiales de Clubes.

Una operación de tendinopatía marcó el final de la temporada pasada y parte del comienzo de la actual, en la que el portero tico ha recibido doce goles en catorce partidos de liga y nueve en los cinco de Champions, competición de la que posee el segundo mejor registro de imbatibilidad al estar 738 minutos sin encajar un gol.

El lema de Keylor ha sido siempre, junto a su intensa fe en Dios, el no rendirse ante la adversidad desde que era un niño humilde de una zona agrícola del sur de Costa Rica que soñaba con jugar con el Real Madrid: ahora que lo ha hecho, ha desperezado su coraje ante la rumorología y sacado a pasear su escafandra de inmunidad a la presión.