La selección española de baloncesto emborronó ayer, con su derrota ante Francia en los cuartos de final del Mundial, una magnífica trayectoria que la hizo auparse a los más altos puestos del ránking internacional en los últimos años.
Pocos dudaban de la solvencia de este equipo y nadie pudo atisbar un partido tan dolorosamente negativo de todo el equipo en pleno; bueno, de casi todos, porque el seleccionador Juan Antonio Orenga se dejó tres balas en la recámara con Felipe Reyes, Víctor Claver y Alex Abrines en el banquillo sin salir un solo segundo a la pista.
UNA ESPAÑA SIN CARÁCTER
La selección francesa hizo un magnífico trabajo de concentración, de estudio del rival y de autoestima de sus jugadores. Tuvieron claro desde el primer momento a lo que querían jugar y cómo querían jugar.
Su premisa inviolable fue jugar a los menos puntos posibles, sabedores de que en un partido abierto la superioridad española se impondría. Ataques largos, no dejar correr a España a golpe de faltas personales sin importar el número ni las posteriores consecuencias y velocidad en el movimiento del balón en la ofensiva, sobre todo primando la circulación entre los pívots y debajo del aro, fueron otras de sus principales apuestas.
El equipo español no supo solucionar estas propuestas y ante el enorme tráfico bajo los aros optó por intentar solucionar el partido desde el tiro exterior con una escasísima puntería. Con un nueve por ciento de efectividad desde la línea de tres puntos (2 de 22) es prácticamente imposible ganar un partido. Y si a esto añadimos un treinta y dos por ciento en el tiro de dos (20 de 62), el resultado parece claro.
Por si fuera poco, Francia dominó de forma apabullante el rebote con 50 capturas por sólo 28 del equipo español, precisamente en uno de sus teóricos puntos fuertes. Pero, quizá, lo que más llama la atención es que fue un fallo en bloque. No todos los jugadores están enchufados el mismo día, pero tampoco es normal que todos los jugadores tengan un mal día, un horroroso día, de forma sincronizada.
Se puede ahondar en muchos detalles técnicos y tácticos, se puede hablar de exceso de responsabilidad y, a lo mejor, de confianza. También se puede hablar del aislamiento de los jugadores facilitado por el abrumador cariño de los aficionados que deseaban un mayor contacto con sus jugadores.
Mil y un aspectos y detalles sobrevuelan la cabeza de todos. La decepción es tan grande como eran las espectativas creadas sobre el mejor equipo español de los últimos años.
El borrón ha sido más que importante en una hoja de servicios en la que, no lo olvidemos, brillan con luz propia dos medallas de plata olímpicas (Pekín 2008 y Londres 2012), además de dos triunfos en campeonatos de Europa (Polonia 2007 y Lituania 2009), un campeonato del Mundo (Japón 2006) y un bronce en el Europeo de Eslovenia 2013.