Poli Díaz | Espejo Público
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"El boxeo, en los últimos años, me ha enseñado a valorar lo mucho que cuesta ganar ciertas cosas y lo fácil que es perderlo todo". Así de tajante es Policarpo Díaz (Madrid, 1967), un ídolo de masas que conquistó la gloria y la fama en el cuadrilátero pero que, después, probó los sinsabores de la vida.

El 27 de julio de 1991 España se paralizó para ver su combate por el título mundial del peso ligero contra el estadounidense Pernell Whitaker, con el que perdió en Norfolk (Estados Unidos) a los puntos.

Excesos y adicciones

Fue el punto álgido de una carrera deportiva que después se esfumó a velocidad de vértigo por los excesos y las adicciones y que, según cuenta, ya están olvidadas.

2021 Lo afronta ilusionado. Está entrenando y, si la evolución de la pandemia del covid-19 lo permite, en noviembre pretende volver a boxear en un combate de exhibición en el Wizink Center de Madrid contra un rival de prestigio del que aún no quiere desvelar nada.

¿Por qué vuelve a boxear?

Vuelvo al ruedo porque mi promotor y manager, Antonio Ricobaldi, director de Unlimited Global Challengers, me localizó y vino hasta Canarias a buscarme. Cuando él era pequeño, y yo campeón de España, le regalé 500 pesetas para que se fuera al cine y 30 años después él ha querido devolverme ese gesto de esta manera.

Se le ocurrió montar un combate de exhibición como el disputado en 2020 por Mike Tyson contra Roy Jones Jr y aquí estamos. Si Tyson con 55 berejes lo ha hecho, yo no voy a ser menos, que soy Poli Díaz. ¿O es que los españoles no valemos?

¿Qué recuerda del combate con Pernell Whitaker?

Para mí fue un combate más. Me enfrenté con otros boxeadores mucho más duros y chungos en Europa. Perdí el combate a los puntos y esto lo he dicho siempre, Whitaker era muy bueno, pero no fue para tanto.

Lo que deberían de estudiar los entendidos en boxeo, tres décadas después, es la serie de trapicheos que me hicieron los de la organización en Estados Unidos para que perdiese el combate. Ahí lo dejo. Bueno, Pernell era buen chaval, hizo lo que mejor sabía hacer y que en paz descanse.

¿Cuál ha sido su mejor momento como boxeador?

Mis mejores momentos como púgil han sido cuando estaba ante el público y los pabellones se abarrotaban de gente animándome. Era algo increíble subir al ring y sentir el calor y el cariño del público.

Saber que era el campeón de Europa y que cada vez que ganaba y defendía mi título todos los españoles eran campeones conmigo. En Europa todos mis contrincantes pasaron por la piedra. Nadie pudo arrebatarme el cinturón porque no peleaban sólo contra mí, sino contra toda España.

Al pronunciar su nombre, la gran mayoría de gente le recuerda con cariño. ¿Por qué cree que ocurre?

Creo que la gente me recuerda con cariño porque siempre he sido el boxeador del pueblo. Con 53 años voy por la calle y es alucinante. Antonio (manager) me dice siempre: "Potro, no pasamos más por la Gran Vía ni por Sol".

Yo no sé cuantas fotos me habré hecho desde que llegué a Madrid la última vez, pero mínimo cinco mil. Señores mayores, gente de mi quinta, policías... Algo que he notado es que muchísima gente joven me conoce porque sus padres o abuelos les hablaron de mí.

Estoy muy agradecido a los periodistas por acompañarme en esta nueva etapa de mi vida. No me voy a olvidar de esto el día de mi combate. La prensa es quien te sube o baja y yo ahora vuelvo a estar en lo alto de popularidad, también porque soy un chaval simpático. Feo pero resultón (risas). Es de bien nacido ser agradecido.

¿Qué duelen más, los golpes de un combate o los golpes de la vida?

Los golpes de la vida son infinitamente mucho más duros que los recibidos en el ring. Entre amateurs y profesionales he disputado 108 combates, he sido ocho veces campeón de Europa y en el cuadrilátero ningún boxeador me ha hecho daño.

Fuera de él mucha gente. Y ojo, yo a mi mismo el primero. No voy a culpar a nadie sin antes no hacerlo contra mi mismo.

¿Qué ha aprendido del boxeo que le haya servido para la vida?

El boxeo, en los últimos años, me ha enseñado a valorar lo mucho que cuesta ganar ciertas cosas y lo fácil que es perderlo todo.

Cuando uno está arriba todo va sobre ruedas, lo malo es cuando bajas a los infiernos y empiezas a quemarte.

¿De qué se arrepiente?

Me arrepiento de pocas cosas, sinceramente. Más bien intentó reconocer mis errores e intentar no volver a caer en ellos de nuevo. Algo que tenía que haber cuidado más es mi legado, cosa que llevo unos años arreglando.

Quiero que la gente joven vea a un Poli Díaz que hace cosas positivas, imparte cursos, seminarios, charlas o entrena a chicos en un gimnasio.

¿Qué ha significado el boxeo en su vida?

Para mi el boxeo ha supuesto una buena vida plagada de éxitos y fama para pasar a la historia. He conocido muchos países y a muchas personas. He ido a la Zarzuela y me ha recibido el rey emérito, Juan Carlos, que me decía "llámame de tú, Poli". Casi nada. Ahí está la portada en ABC que no miente.

También el presidente del Gobierno Felipe González entró a mi vestuario antes de un combate a darme un abrazo y desearme suerte. Los ministros Alfonso Guerra y Miguel Boyer iban a verme pelear.

He desayunado con Sophia Loren y he salido de parranda con Diego Armando Maradona, que en paz descanse. Silvester Stallone me regaló un póster original de Rocky firmado por él: "Para el Potro de Vallecas de tu amigo el Potro Italiano". El gran Bud Spencer me invitaba a sus rodajes. Sobre todo el cariño y respeto de las personas es lo que me llena.

Después de la retirada tuvo problemas con la droga. ¿A qué se dedica ahora?, ¿Cómo han sido sus últimos años?

Mis problemas con los malos hábitos ya fueron superados hace mucho, así que no voy a hablar de esto.

Estoy viviendo una nueva etapa dedicándome a lo que me gusta, entrenar a gente y transmitir a otras generaciones mis conocimientos. Los últimos años he estado muy tranquilo con mi pareja en casa, residiendo en las Islas Canarias.

Cuando sea el combate en noviembre. ¿Cómo se imagina esa noche?, ¿Qué espera?

Cuando salga a pelear, si el virus lo permite, seré un hombre feliz. Son muchos años sin subirme a un ring. Espero dar un gran espectáculo en la exhibición junto a mi oponente, que es un fuera de serie y fue tres veces campeón mundial. Un señor que sabe muy bien de qué va este negocio y vendrá a pasar un buen rato.

Será un combate de exhibición y no un combate a tumba abierta. Un entrenamiento magnificado, como un duelo entre dos veteranos. Ocho asaltos de ocho minutos, con guantes de doce onzas y unos controles médicos y de seguridad muy rigurosos por la organización.