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"Esguince de grado II en el ligamento colateral de la rodilla izquierda". Ese fue el parte médico de Sergio Ramos tras lesionarse con la selección española en el mes de octubre. Más de un mes después de aquel comunicado, el defensa del Real Madrid demostró estar a punto para enfrentarse al Barcelona.

El equipo de Zinedine Zidane perdió a su capitán para siete partidos que se convirtieron en ocho cuando, el pasado fin de semana, se quedó en el banquillo frente al Atlético para no forzar su regreso.

AUSENCIA POR LESIÓN

El técnico francés no pudo contar por Ramos para los encuentros que el Real Madrid disputó ante el Betis, el Legia Varsovia en dos ocasiones, el Athletic, el Cultural Leonesa en Copa, el Alavés y el Leganés. El conjunto blanco sólo pinchó en Polonia, con un 3-3 en Liga de Campeones y, sin el defensa sevillano, ganó el resto de encuentros.

Ramos volvió el pasado martes en Lisboa. Jugó los 90 minutos contra el Sporting de Portugal y mostró alguna flaqueza pero bastantes puntos fuertes. Falló en un pase que estuvo a punto de costar un disgusto al Real Madrid, pero salvó un gol cantado de Bruno César y asistió a Karim Benzema en el tanto de la victoria blanca.

Su regreso tuvo más luces que sombras. Cumplió, pero ante el Sporting de Gijón tenía que pasar una reválida que tal vez Zidane no deseaba. Con cuatro tarjetas y al borde de la sanción, podía perderse el choque ante el Barcelona.

Con el brasileño Marcelo tocado y con Raphael Varane con problemas físicos, el entrenador francés tenía pocas opciones para evitar que Ramos saltase al campo para evitar la amenaza de una tarjeta con la que se habría perdido el clásico.

Zidane podría haber colocado a Dani Carvajal por la izquierda, a Danilo por la derecha y a Nacho en el centro con Pepe, pero también prefirió reservar a Carvajal, algo desgastado por la cantidad de minutos que ha jugado esta temporada (1.404 en todas las competiciones).

Zidane al final apostó por Nacho en el lateral izquierdo y por Danilo en el derecho. Ramos tenía la responsabilidad de responder como jefe de la zaga con un buen partido frente al cuadro asturiano. Y, a la vez, no tenía que ver ninguna cartulina amarilla. Ante la arriesgada apuesta de su entrenador, Ramos respondió.

Se mostró firme en todas las jugadas en las que estuvo implicado. Estuvo contundente, participativo, casi siempre sacó bien el balón desde atrás e incluso pudo marcar un gol de chilena que interrumpió Lucas Vázquez en fuera de juego cuando su disparo se dirigía hacia la portería del Sporting.

En el gol de Carlos Carmona no tuvo la culpa porque el marcaje se le escapó al croata Mateo Kovacic. Su actuación fue prácticamente inmaculada y Zidane seguro que se sintió aliviado cuando salió del campo a falta de 20 minutos para el final.

El peligro de perder a Ramos para el Camp Nou era evidente por una razón estadística: es el jugador con más tarjetas amarillas en toda la historia de la Liga. En total, suma 153 y en los seis partidos que ha disputado esta temporada en liga le han mostrado una cartulina cada 135 minutos.

Zidane apostó fuerte y ganó. Vivió en el alambre y en la incertidumbre el tiempo que su defensa estuvo sobre el campo y resopló con alivio cuando le sustituyó por Marcelo.

Al final, Ramos, ante un Sporting que completó un gran duelo y llegó a poner contra las cuerdas al Real Madrid, cumplió con sus objetivos. Sujetó a los asturianos y supo adelgazar sus estadísticas tarjeteras. Y, así, se ganó un billete para el clásico.