El alfabeto griego, el latino, el Braille... y, desde este 2019, también el alfabeto Simone Biles. Al menos en el mundo de la gimnasia artística, la estrella estadounidense puede presumir de haber añadido al abecedario una letra que nadie había empleado antes: la J.
Una modesta consonante que solo vale un punto. Pero un punto que da medallas de oro. Y para conseguirlo hay que hacer casi lo imposible: un doble mortal atrás con triple giro en suelo. Simone Biles lo hizo, y lo hizo bien, en el campeonato del mundo de Stuttgart, lo que instaló una dificultad de categoría J por primera vez y para siempre en el código de puntuación de la gimnasia.
"Es una gimnasia impresionante por su potencia y por la energía que transmite", explica la directora técnica de la Federación Española, María José San Martín, juez internacional. Destaca, desde su ojo experto, "el control aéreo que Biles demuestra en sus acrobacias, cuándo y cómo gira en los dos ejes".
Desde Belice, donde pasó sus vacaciones de fin de temporada, la deportista de 22 años subió a las redes vídeos de sus piruetas en la playa y de los nuevos contratos publicitarios con los que cierra un año excepcional, antesala de un 2020 olímpico en el que puede repetir o mejorar sus cinco medallas de Río 2016.
Con sus cinco podios en Stuttgart -equipos, individual, barra, suelo y salto-, Biles sumó 25 medallas en campeonatos del mundo -lleva cinco- y sobrepasó las 23 que tenía como récord absoluto el bielorruso Vitaly Scherbo.
Pero, sobre todo, el paso de Biles por los Mundiales de Stuttgart dejó en el código nuevas dificultades fuera del alcance de sus rivales. No es exagerado decir que la gimnasia femenina cambió para siempre.
Pudieron ser dos J con su nombre en el código, pero se quedaron en una por una polémica decisión de la Federación Internacional de Gimnasia (FIG). El organismo catalogó 'solo' como dificultad H (0,8 puntos) una nueva salida de la barra de equilibrios, un doble mortal atrás con dos giros que obliga a la gimnasta a hacer una rotación en el aire de 720 grados.
"Jajajajajajajajaja... mierda", fue la reacción de la propia Biles en su cuenta de Twitter cuando conoció la decisión de la FIG.
Porque, según cumple años, la niña que antes no levantaba la voz, la misma que sufrió en silencio los abusos del médico Larry Nassar, se ha convertido en una mujer que no se calla por nada. Sean las injusticias de la FIG o la tibieza de la federación y el comité olímpico estadounidenses ante aquellos abusos, la gimnasta no teme denunciar, atacar, criticar y liderar las protestas.
"¿Es que todo el mundo lo sabía menos yo?", clamó sobre las sospechas en torno a Nassar. "¿Qué hay que hacer para que se abra una investigación independiente sobre la federación y el comité olímpico?", preguntó sobre los organismos que la dejaron vendida. En sus redes alterna a diario proclamas de este tipo con fotos de sus últimos piercings o de sus apariciones en la alfombra roja de todo clase de fiestas. Son las dos caras de la misma persona.
Hija de una familia desestructurada, adoptada por su abuelo y la mujer de este debido a las adicciones de su madre, la adolescente Biles dejó a los 15 años la escuela pública y continuó en casa sus estudios para dedicar más tiempo a la gimnasia.
La decisión fue acertada. Ella eligió el deporte y el deporte la eligió a ella para ser una de sus renovadoras. Ahora solo compite contra sí misma. Para no aburrirse de ganar, idea nuevos elementos y reta a la FIG con sus dificultades.
Afronta 2020 con otro desafío: convertirse en la tercera mujer en la historia que revalida el oro olímpico, algo que no consiguió ni siquiera la rumana Nadia Comaneci, campeona en 1976 pero subcampeona en 1980.
Solo lo han hecho la soviética Larisa Latynina (1956 y 1960) y la checa Vera Caslavska (1964 y 1968), otras dos revolucionarias de la gimnasia. Sus ejercicios entonces novedosos y de alta dificultad parecen meros entrenamientos al lado de las rutinas que presenta Biles ante los jueces. La de Houston ha hecho que cinco décadas de cambios se precipitaran en los siete años que lleva en la élite. Tokio 2020 será la nueva parada en su viaje imparable hacia el Olimpo.