Una medalla de bronce, a casi un punto de China, ha sido el botín logrado por el equipo español de natación sincronizada con su ejercicio 'el océano', un resultado previsible después de que en la víspera la diferencia entre ambos conjuntos fuera de ocho décimas, en una competición en el que Rusia volvió a mostrarse a un nivel superior.
Las españolas dieron lo mejor de sí mismas, pero cuando finalizaron su ejercicio y todavía quedaban por nadar las chinas, sabían que la plata era imposible. Las de Anna Tarrés obtuvieron 96.920 puntos, no superar los 97 puntos era sinónimo de medalla de bronce, como así fue.
A veces no basta con una plena dedicación, con las más de ocho horas diarias de entrenamiento, ni tampoco con el trabajo de los biomecánicos, de los entrenadores, de psicólogos y de osteópatas. Tampoco la vena creativa se limita a clases de arte dramático, de flamenco o de zapateado.
Tarrés, el 'alma máter' del equipo, también ha impulsado colaboraciones con compositores y con guitarristas y un trabajo con diseñadores para elaborar esos bañadores que le dan un plus al equipo.
Ahora ha abierto un nuevo campo. El último invitado ha sido un peluquero, venido expresamente de Barcelona, para cortar el pelo de las españolas y que se ajuste perfectamente a un casquete integrado en un llamativo bañador de escamas. Todo por la causa. La sincronizada se está convirtiendo cada vez más en un espectáculo a lo Esther Williams.
A la técnica, obligatoria del primer día, se añade la creatividad del ejercicio libre. Por eso las españolas aprovechan toda la maquinaria mediática que son capaces de gestionar para buscar una décima de punto más, que puede ser determinante para decidir un puesto, una medalla, un título.
En un deporte en el que se entrenan hasta las sonrisas, como ha admitido Andrea Fuentes, al final resulta que prácticamente lo más trascendente es el sorteo. España salió favorecida en la final de dúo, cuando actuó después que China y remontó una situación complicada para llevarse la plata.
Pero esta vez no fue así. Salió antes España, China cerró el programa. Pequeños detalles, que acabaron por decidir buena parte de la final.
El ejercicio de las españolas resultó impecable. Una superproducción en la piscina para interpretar 'El océano', obra del compositor Salvador Niebla. Las españolas vistieron unos trajes de baño que simulan las escamas de un pez plateado. Un efecto conseguido con un material laminado con efecto reflectante sobre un tul transparente.
La coreografía recrea un mundo subacuático que sorprendió, aunque no lo suficiente para que los jueces las premiarán con la medalla de plata.
Con el 96.920, después de unos minutos de suspense por un error en el sistema informático, España sabía que tendría que quedarse con el bronce.
Las chinas partieron con una diferencia de ocho décimas sobre España y también con la ventaja de actuar en última posición, tras las de Anna Tarrés y Rusia.
Las asiáticas ofrecieron una sobria actuación de 'Butterfly', una composición de Li Huanzhi. Con buen ritmo y mucha acrobacia, las asiáticas demostraron su gran nivel.
También las rusas. Con una técnica exquisita, estuvieron a un nivel aún superior que en la víspera, en el ejercicio técnico, y puntuaron 98.930.
Como espectáculo, la actuación más aclamada, al margen del de las locales, fue la del equipo canadiense, que trabajó durante el último año con el 'Cirque du Soleil' y ofreció un ejercicio vistoso y con mucho ritmo. Tras las cuatro potencias se clasificaron Japón, Gran Bretaña, Egipto y Australia.
España se irá de Londres con dos medallas en natación sincronizada. La plata del dúo y el bronce del ejercicio por equipos, un botín levemente inferior al conseguido en Pekín (dos platas). Andrea Fuentes, con tres medallas de plata y una de bronce, entra en el selecto club de deportistas españoles con cuatro medallas.