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Su mirada presagiaba hambre. Y vaya si la sació. De hecho, algunos pueden agradecerle que su gran actuación encubriera otras que no lo fueron tanto. Por ejemplo la de Benzemá. No fue su noche ni la de Kaká. Tampoco apuntaba a ser la noche propicia para reafirmar amistades. Obsérvese a Arbeloa y a Filipe. Pues estos dos han sido compañeros. No fueron los únicos que se dijeron "cositas" pero sí la excepción de una noche de idilios, de gestos amorosos, de relaciones recuperadas y de otras... iniciadas al albor de una victoria en territorio vecino.

Ganó el Madrid por Cristiano, por ambición y porque están como motos. Algo debía decantar la balanza porque el equilibrio hasta el empate a uno no le servía a nadie. Y fue ese gol el que espoleó al Madrid.

Se celebró a lo grande. En el caso de Pepe hasta podríamos decir que a lo enorme, a lo desaforado. Era como si no hubiera mañana, como si cada gol acercara un paso más la liga. Tanto es así que del árbitro ni se acordaron. Nadie y no será porque él no se hiciera notar con sus gestos. Pero no hoy no se habla de él. Buena señal.