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La selección española se tomó cumplida ventaja ante Rusia, por 67-59, en la semifinal del torneo olímpico de baloncesto y abrió de par en par las puertas del cielo olímpico para llegar a la final.

Cuatro años después España volverá a ser protagonista en la final olímpica de Londres como lo fue en la de Pekín. Y no fue fácil, al contrario.

La selección española vivió una auténtica pesadilla durante la primera parte del partido. Fue como una especie de película de terror baloncestístico en la que ninguno de los protagonistas, Pau y Marc Gasol, Navarro o cualquier otro jugador del equipo español, pudieron anotar canasta alguna, cualquiera que fuese la circunstancia o acción.

El despropósito absoluto. Ni de cerca, ni de lejos, ni de ninguna manera. Los 20 puntos anotados en veinte minutos de juego delatan la falta de acierto, y los porcentajes de tiro fueron dignos de una auténtica hecatombe: 4 de 18 tiros de dos (22%), 2 de 11 de tres (18%), para un total de 6 de 29 tiros de campo (21%).

Con esta situación lo mejor de todo fue que el equipo se marchó al vestuario perdiendo solo por 11 puntos (20-31). Cuando lo normal hubiera sido que el partido estuviera ya fuera de alcance.

Rusia tampoco estuvo especialmente inspirada, pero con sus porcentajes de tiros de campo en el 36 por ciento pudo permitirse algunos fallos.

El equipo español tampoco brilló en defensa individual ni en la zona, y tuvo fallos de bulto imperdonables.

Y a pesar de todo en el descanso todavía hubo esperanzas de despertar de la pesadilla. España ya remontó mayores diferencias en circunstancias parecidas.

La selección nacional ya dio en partidos anteriores de este torneo olímpico muestras de su debilidad, pero a base de oficio, casta, experiencia y suerte consiguió sacar la clasificación para las semifinales. Llegados a estar alturas y con el cielo olímpico a la vuelta de otros veinte minutos, el equipo volvió a intentarlo.

REMONTADA

Dos triples, de Rudy y Navarro, un punto más de intensidad en las defensas alternativas y un mucho de concentración, permitieron a la selección ir recortando la diferencia, meterse en el partido y que los aficionados pudieran volver a soñar, 43-44 (min.28).

A Rusia le comenzaron a temblar las piernas y más cuando coincidiendo con el final del tercer periodo José Manuel Calderón clavó un triple galáctico que empató el partido, 46-46.

Una de las leyes no escritas del baloncesto dice que una remontada no surte efecto si el equipo protagonista no se pone por delante en el marcador. España lo intentó con un tiro de Pau que no quiso entrar. Los rusos respiraron.

A la cuarta personal de Kirilenko (min.33), le siguió otro triple estratosférico de Calderón que, ahora si, puso a la selección por delante en el marcador, 51-49. Y un contragolpe, el primero del partido para España, culminado por Llull significó el 53-49. Marc Gasol se sumó a la racha y el marcador se fue hasta 55-49. Un sueño hecho realidad.

Ahora la pesadilla la sufrieron los rusos. Les temblaron las piernas y las manos, les entró el canguelo de ver a la campeona de Europa de vuelta al parqué del North Greenwich Arena, el O2 para los amigos.

Calderón, tocado por una varita mágica siguió anotando y dirigiendo al equipo, Felipe se sumó haciendo de Felipe, cogiendo rebotes, bloqueando, robando balones y anotando. Y la ventaja subió a diez puntos a falta de cinco minutos, 60-50.

Las puertas del cielo olímpico, de la final olímpica, de la revancha de Pekín 2008, se abrieron de par en par para España, para su genio, para su fe, para su esfuerzo, para su trabajo. La selección volvió a gestionar con guante de seda y mano de acero el tiempo restante hasta que se concretó la victoria por 67-59.

España se tomó la revancha con Rusia, volvió a recuperar sus sensaciones y, sobre todo, vuelve a la final olímpica cuatro años después.