Brea de Tajo, fortín de Ayuso
Visitamos seis localidades en Madrid en las que los seis principales partidos destacaron en las autonómicas de hace dos años.
Estrenamos esta serie de crónicas sonoras en Brea de Tajo, donde el PP salió como gran triunfador en 2019
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El tiempo parece suspendido en Brea de Tajo. En las calles casi desérticas de este municipio de 560 habitantes que limita con Guadalajara se respira paz, por eso los fines de semana muchas familias acuden a él para disfrutar de una intensa relación con la naturaleza. Otros factores son los monumentos históricos que atesora, como la Iglesia de la Asunción, construida en el siglo XVIII, y su buena gastronomía. Al menos, así sucedía antes de que llegara la pandemia, que mantiene cerrados al público varios negocios céntricos. La Plaza Felipe VI, donde se ubica el Ayuntamiento, también es célebre porque sirvió a Santiago Segura como escenario para una de sus películas de Torrente.
El único local que sigue abierto está a unos pasos. Es el Bar Ropero, que regentan dos hermanas. Ana, dedicada a la cocina, prefiere no hablar de política, aunque tiene claro a quién votará el 4 de mayo. Rosi sí deja clara su postura antes de meterle mano a un buen plato de lentejas. Ella es del PP. Para demostrarlo enseña una foto con Isabel Díaz Ayuso, con la que se inmortalizó en la visita que realizó la presidenta en diciembre junto a los Reyes de España para inaugurar el centro de atención a mayores de Cáritas, que da servicio a 14 localidades del sudeste de la Comunidad de Madrid afectadas por el despoblamiento rural.
“Este pueblo siempre vota al PP. Yo soy muy fiel a lo mío y siempre voto lo mismo”, insiste Rosi, que celebra que la presidenta regional haya permitido abrir a la hostelería. En su opinión, Brea siempre ha sido de derechas. Lo demuestra elección tras elección. No importa si autonómicas, generales o municipales. Siempre ganan los populares. La hostelera afirma que es una cuestión ideológica, pero sostiene que algo tiene que ver que el PP lleve más de dos décadas ostentando la alcaldía. “La gente está contenta y eso arrastra votos también de cara a las autonómicas”.
Brea es un pueblo eminentemente agrícola donde el PP obtuvo el mejor resultado porcentual de toda la región en los últimos comicios autonómicos: la mitad de los votantes optaron por Ayuso. Jóvenes y mayores reconocen que, aquí, el pensamiento político se transmite de generación en generación. “Supongo que es costumbre”, afirma una joven que optará por la presidenta.
Para una mujer que acude a recoger a sus hijos a Los Olivos, el colegio de la localidad, el voto al PP está enraizado. Asume que la gente seguirá votando en la misma dirección, pero ella no acudirá a las urnas. Dice que la situación en su casa no es muy halagüeña y que ha perdido la confianza en los políticos: “Todos intentan venderte su pescado y solo se acuerdan de nosotros para votar”. A su lado, varias madres afirman que tienen claro su voto: será al PP.
Las mujeres cargan con las pesadas mochilas de los pequeños mientras estos revoletean a su alrededor. Confirman que el pueblo vota tradicionalmente a la derecha y que ellas serán fieles a Ayuso. No destacan ningún logro político durante estos dos años, pero afirman estar contentas con su gestión y aplauden que haya “plantado cara” al Gobierno Central durante la pandemia.
Una de las mujeres de la reunión es concejal del PP en la localidad (tiene cinco de los siete ediles que conforman la corporación). No tiene dudas de que su partido conservará la presidencia. “Gabilondo quiere pactar con Podemos. Lo estamos viendo en el Gobierno central”, insiste.
A pesar de que el Gordo de Navidad dejara 120 millones de euros en la localidad hace cinco años y de que hace dos se inaugura un campo de golf, un complejo para un deporte elitista, los vecinos afirman que no es oro todo lo que reluce. Hay muchas personas del municipio que lo están pasando mal en estos momentos. Sin embargo, algunas de esas personas, en lugar de ejercer su derecho al voto, confiesan que no irán a votar.
Otros, como Juan, que toma un café a mediodía en el Bar Ropero, reconoce que no sabe muy bien a quién votar. Eso, o quizás rehúsa decirlo ante la atenta mirada de los clientes de las mesas colindantes. Antes de decidirlo, afirma, prefiere descargarse los programas electorales, así votará al partido que más le convenza. Solo le pide una cosa: que cumpla sus promesas.
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