Joao Félix, delantero internacional portugués, aún tiene contrato hasta 2029 con el Atlético de Madrid, pero su regreso es hoy por hoy inviable, mientras la duda sobrevuela sobre el futuro del atacante, pendiente del Barcelona y dentro de la Eurocopa 2024 que empieza con menos valor, más presión y aún sin minutos.
En el agónico triunfo del pasado martes contra República Checa, con el 0-0 en el marcador durante 62 minutos, con el 1-0 en contra durante siete más y con el 1-1 durante 23 más, Roberto Martínez eligió primero a Diogo Jota (por Rafael Leao) y el central Gonçalo Inacio (por Diogo Dalot), en la primera franja en el 63, y después a Francisco Conceiçao, Pedro Neto y Nelson Semedo, ya en el 90, para remover un encuentro al límite del tropiezo.
No jugó Joao Félix. De sus 48 partidos convocado como internacional, le ocurrió nueve veces. De las quince ocasiones a las órdenes de Roberto Martínez, el seleccionador actual, ha sucedido otras cuatro.
Dentro de la incertidumbre de su futuro, en el momento que vive en su carrera, sin la eclosión esperada, sin la titularidad que tanto quiere y necesita.
Porque el último año y medio cedido desde el Atlético, los primeros seis meses en el Chelsea y después este curso entero en el Barcelona, tampoco han resuelto el laberinto que mantiene Joao en el club rojiblanco, que cada vez que lo presta le añade un año de contrato a efectos de la amortización, pero no halla el esperado comprador en el mercado europeo.
Ni por los 120 millones que pagó en el verano de 2019 por la prometedora figura joven portuguesa, cuyo formidable impacto goleador en ese semestre había despertado la atracción de muchos clubes, presentado por el Atlético en el museo de El Prado como un “puro talento”, ni por la mitad que aparece como un posible precio de partida a estas alturas, lejos de las pretensiones anteriores, en su expresiva pérdida de valor.
Cuando fichó por el Atlético, el baremo en ese sentido de la web especializada Transfermarkt lo cifraba en cien millones de euros.
Cuando llegó al Chelsea, la vía de salida en el mercado de invierno de 2023 ante el insostenible conflicto deportivo que sostenía con Simeone, su valor era de la mitad: 50 millones de euros. Jugó 20 de los 21 partidos disponible, 14 de inicio, y marcó cuatro goles.
Su vuelta al Atlético fue para volver a marcharse… al Barcelona. En el último día del mercado de fichajes del pasado verano, cedido a coste cero pero con la rebaja de su sueldo ya redactada a su vuelta al conjunto rojiblanco, con el que amplió contrato hasta 2029 justo antes de vestirse de azulgrana, como peajes para ser cedido al Camp Nou.
El Barcelona -ni la dirección del entrenador Xavi Hernández- tampoco ha desatado el nivel superior que se intuía cuando irrumpió ya hace más de un lustro en el primer equipo del Benfica.
De azulgrana ha disputado 44 de sus 46 encuentros apto, aunque sus titularidades se han reducido a 24 choques. Ha marcado diez goles y ha dado otros seis. Son sus mejores números en España, pero aún parecen insuficientes para un jugador llamado a mucho más.
No es una garantía para su permanencia en el Barcelona, pendiente de la situación económica de la entidad azulgrana para abordar una nueva cesión (no una compra) y la necesidad y las pretensiones monetarias del Atlético, que es el propietario de los derechos del futbolista luso, de 24 años, todavía hasta 2029. Joan Laporta, el presidente del Barcelona, ya ha desvelado que Hansi Flick lo quiere para el próximo curso.
Entretanto, frente a la duda insistente, entra en juego en la Eurocopa 2024, a la que acude con Portugal por el momento como suplente, sin minutos en la puesta en escena ante la República Checa, pese a que antes Roberto Martínez lo había alineado como titular en nueve de los quince encuentros desde que lo dirige en la selección, con tres goles a sus órdenes. En sus 26 duelos anteriores como internacional anotó cuatro.