Con toda la naturalidad del mundo, en la final de Berlín, en el escenario más grande, contra la potencia de Inglaterra y reducidos durante 45 minutos, un instante, un descuido rival, es suficiente para Lamine Yamal y Nico Williams, desbordantes y promotores de la cuarta Eurocopa de España, más que nadie en la historia del continente, culminada, de repente, por Mikel Oyarzabal a pase Marc Cucurella en el minuto 87.
El gol de la final. El definitivo. La apoteosis en el estadio de Berlín. La carrera de todos y cada uno de los suplentes para abrazar al delantero de la Real Sociedad, suplente todo el torneo, indispensable al final, con el remate que terminó con todo, como luego lo hizo Dani Olmo cuando despejó sobre la línea un cabezazo.
La demostración de un equipo, por encima de todo, por encima de las individualidades, incluso de Yamal y Nico, asociados en el 1-0 antes.
La cuarta asistencia del joven del Barcelona de 17 años recién cumplidos, que quema etapas y supera desafíos con una personalidad tremenda, como si hubiera jugado cientos de partidos en torneos tan comprometidos. Ya es el mejor asistente de la historia en una sola edición de la fase final de la Eurocopa, con cuatro, recién iniciada su irrupción incontestable.
Y el segundo gol en este torneo del extremo del Athletic, 22 años celebrados hace dos días, que remachó el avance por la derecha de Yamal (iniciado por Dani Carvajal), que destrozó la línea de Inglaterra, con su subida por la izquierda para remachar con la zurda también, cruzado, fuera del alcance de Jordan Pickford, que luego salvó dos tantos más. El gol más importante de la carrera, por ahora, de Nico. El primer impulso. No el decisivo.
Los nombres del momento también fueron determinantes en la final. Dos futbolistas sonrientes, que disfrutan cada minuto, como si jugaran un partido con amigos, con el arte del regateador, la inteligente del centrocampista y la determinación del ganador, asociados para guiar a la selección española una Eurocopa única. Es la cuarta imposible para el resto. Para Alemania, Francia, Portugal e Inglaterra, doblegada por dos jóvenes fantásticos.
Y por una idea. "Si no somos España, no vamos a tener opciones de ganar". Era la declaración de intenciones, nítida, pública, elocuente, en la víspera de Luis de la Fuente. España intentó ser España. El estilo, la figura, el balón. Todo gira en torno a ello. La idea. Sin verticalidad, sin profundidad, protegida como lo hizo Inglaterra, fue una intención. Un camino. Sin salida. Hasta que surgió Yamal, conectó con Nico y llegó el gol. Eureka.
Su posesión fue abrumadora al principio. 85 a 15. Sin ocasiones. Un control aparente. Permitido. Porque Inglaterra sí cambió su identidad. La preocupación de como enfrentar a un equipo que presiona tan bien y que contraataca de forma tan vertiginosa con dos chicos como Lamine Yamal (no se fue ni una sola vez este domingo de Luke Shaw) y Nico Williams, en ese ritmo portentoso que luce desde hace tiempo, dispuestos a conquistar el mundo.
Southgate protegió a su equipo. El peso de la final de 2021, perdida en los penaltis contra Italia en Wembley. El conocimiento (o el temor) del sufrimiento. Le dio a España el dominio, se preparó para robar el balón y salir hacia adelante como si fuera el último ataque del último minuto. Instante a instante, domó a España, la redujo, la incluyó en su 'trampa'.
Con Phil Foden, este domingo por el medio; Harry Kane, en la delantera; Jude Bellingham, a la izquierda; y Saka, por la derecha, un plan tan comedido en defensa, pero tan ferviente en ataque puede ser suficiente. Poco a poco, le salió. Cada vez que logró salir provocó un nudo en la garganta a España, entre las salidas al paso indispensables de Rodrigo y Le Normand.
Cada minuto hacia el descanso, superado el ecuador del primer tiempo, se jugó cada vez más a todo lo que pretendía Inglaterra, cada vez menos a lo que quería España, salvada por la oportuna intervención de Rodri frente al remate de Kane, expuesta por cada pase que sintió apurado o presionado, aliviada cuando Saka ya no entró tanto por el lateral de Cucurella, al que buscó y sobrepasó al inicio del choque, como Nico Williams hizo contra Kyle Walker. Ganaron los extremos, pero sin más oportunidades que algún barullo, hasta los instantes finales cuando Foden surgió en el área con una volea, atajada por Unai Simón.
Lesionado Rodrigo, salvador en una oportunidad de Kane instantes antes, cambiado al descanso después, aparecieron Yamal y Nico. Al rescate. En el minuto 46 y 10 segundos, cuando aún lamentaba su equipo la dolencia de un jugador determinante, como también lo son ellos dos, para acercar a España a la Eurocopa, hasta que, de repente, Cole Palmer empató, recién salido al campo, con un remate con la derecha que batió a Unai Simón.
Entró el 70 y marcó en el 73 el centrocampista del Chelsea, infravalorado e infrautilizado durante toda la Eurocopa por Southgate, que había prescindido a la hora del duelo de su goleador, Harry Kane, pero que, aun así, como tantas otras veces en este torneo, se rebeló contra un marcador adverso, como ante Eslovaquia, Suiza y Países Bajos. Resiliencia lo llaman en la concentración inglesa, reacción y ambición es realmente... Cuando pierde.
Yamal tuvo el gol de la victoria, de nuevo a pase de Nico, ya en el tramo final, cuando de pronto apareció Cucurella, centró al segundo palo y remachó Mikel Oyarzabal para dar el título a España. Minuto 87. Una Eurocopa de pleno. Siete triunfos en siete partidos. Su firma es indeleble, como la de Nico y Yamal. O del pasador Cucurella. De todos. Su presente es imparable. Su futuro es formidable. Incontenibles. Aún Olmo debió sacar el balón bajo la línea. Un equipo.