Apesadumbrado, derrumbado, tirado sobre el césped y con el corazón encogido por un tanto cruel del italiano Mattia Zaccagni, Luka Modric se derrumbó por completo por la más que posible eliminación de Croacia, casi fuera de la Eurocopa salvo carambola milagrosa y, sobre todo, por su despedida de la selección balcánica.
No lo confirmó, pero el adiós de Modric de los grandes escenarios internacionales parece un hecho. Sus lágrimas, cuando dijo sus primeras palabras tras el choque ante Italia, fueron una señal casi inequívoca de que el mago balcánico había dado sus últimas patadas a un balón con la camiseta ajedrezada.
Aún así, se resiste a abandonar, se agarra al presente y no quiere pensar en el futuro. "Ya veremos, no es momento para esas historias", aseveró cuando le preguntaron por si continuidad con Croacia.
Por momentos, el destino fue maravilloso con Modric, que pasó por varios estados anímicos durante un partido en exceso emocional para el jugador del Real Madrid.
En la segunda parte, con 0-0 en el marcador, se atrevió con un penalti. Tenía que lanzarlo, no quiso esconderse cuando su selección más le necesitaba. Falló, porque Donnarumma es un gigante bajo la portería y en esta Eurocopa lo para casi todo.
Pero después, protagonizó un acto de justicia poética. Sólo un minuto después de su error, se encontró con la pelota dentro del área para marcar, ahora sí, el gol que ponía por delante a Croacia con el que conseguía su clasificación para octavos de final.
Su afición celebró con locura el tanto de su héroe al que despidió con una ovación monumental cuando fue sustituido a falta de diez minutos para el final.
El árbitro, sin embargo, alargó el tiempo otros ocho minutos y Modric, durante casi veinte, permaneció de pie en el banquillo, nervioso ante lo que ocurría sobre el césped de un escenario que ya será maldito para él.
Y cuando ya celebraba la victoria, tras resurgir con un gol después de fallecer con su penalti errático, apareció Zaccagni para empatar el partido y clasificar a Italia.
Casi no hubo tiempo ni para sacar desde el centro del campo. Modric, sin camiseta, se derrumbó. Su entrenador, Zlatko Dalic, acudió al rescate. También el entrenador de porteros Marijan Mrmic. Entre los dos intentaron consolar a un héroe desolado, derrotado en Leipzig, como Napoleón en la llamada 'batalla de las Naciones' en una pradera no muy lejana al Red Bull Arena.
Envuelto en lágrimas, hizo sus primeras declaraciones. Después, recogió el premio al mejor jugador del partido que le otorgó la UEFA. Se hizo una foto para la posteridad con el trofeo en sus manos: lució sin camiseta, abatido y con el rostro destrozado tras llorar como nunca antes se le había visto.
"El fútbol es cruel", acertó a decir Modric. Fueron sus últimas palabras, las de un futbolista que probablemente dijo adiós a su selección con las lágrimas de un hombre desolado por la despedida más cruel.