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Malasaña tiene nombre de mujer. Y no por casualidad: sus casas han cobijado a decenas de mujeres notables desde que el barrio tenía nombre de flor (Maravillas) hasta nuestros días.

Recorremos sus calles junto a la escritora Ana María Rossetti, autora del libro 'Maravillosas' y que realiza diferentes tours para conocer el famoso barrio. Toda una invitación a trazar la genealogía femenina de Malasaña siguiendo la pista de la actriz, la soldado, la monja, o la maja.

Francisca Burdeos Zamborain

Comenzamos nuestra ruta en la calle de Silva número 16. Allí, entre tiendas de cómics repletas de historias de aguerridos soldados encontramos un pequeño portal donde en el siglo XIX vivía una mujer llamada Carmen Carazo.

Esta recibió la visita de una sobrina llamada Carolina y la desgracia quiso que, cruzando el antiguo callejón del Perro, esta sobrina fuera apuñalada.

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Su acompañante, un sirviente de su tía, corrió tras el agresor por lo que lo llamaron como testigo en el juicio. Aunque. tal y como nos cuenta Rossetti, el testigo venía con sorpresa: "resulta, cuando va a prestar declaración, que el tal Francisco era Francisca"

Francisca Burdeos Zamborain, una especie de ‘Mulán’ patria que, en lugar de contra los hunos para salvar China, se enfundó el uniforme de hombre para luchar en el cuerpo de tiradores de Isabel II durante las guerras carlistas.

Se alistó con el nombre de Javier Urbiza o Javier Burdeos y cobraba seis reales. Cuando se disolvió este cuerpo se in se incorporó en Zaragoza al Segundo Batallón de Cuerpos Francos de Aragón.

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Tras la primera guerra carlista fue detenida y encarcelada en Tudela acusada de estar implicada en una riña. Encausada por delito de estafa, Francisca declaró que jamás abusó de su disfraz, "ella decía que realmente no es que ella quisiera ser hombre, sino que se encontraba con más libertad que siendo mujer", aclara Rosetti.

Fue absuelta de los delitos de los que se le acusaba, " como tenía las medallas y tanto las autoridades civiles como militares le permitieron que vistiera de hombre", y en 1854 combatió contra las tropas de la guarnición de Madrid en las barricadas cercanas a la plaza de Bilbao.

Loreto Prado Medero

La vida de Loreto Prado Medero comenzó en la calle de la Madera Alta número 20 con un traspié: casi la matan el día de su bautizo. El ama que la llevaba en brazos, tan devota, tan solemne, dio un tropezón.

Era de una buena familia, "su padre murió" y al final su madre tuvo que empeñar la máquina de coser. "No tuvieron más remedio que dejar que la niña se metiera en teatro" cuenta Rossetti.

Loreto creció para convertirse en la reina de la parodia y del disparate, coetánea de María Guerrero, Margarita Xirgu o de la cupletista Raquel Meller. Tuvo muchos apelativos, por ejemplo, "la más querida, también la llamaron la reina del teatro por horas" porque "la gente la adoraba".

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Hubo en el barrio tres teatros Maravillas: en Fuencarral, en la glorieta de Bilbao y el tercero en la calle de Manuela Malasaña, donde está actualmente. En uno de ellos el actor y empresario Enrique Chicote la vio actuar por primera vez e inmediatamente la contrató para el fin de fiesta. Tuvo un éxito tan arrollador que el repertorio de la compañía pronto dejo paso a los sainetes y zarzuelas de Loreto.

Para varias generaciones de madrileños, más que actriz fue un fenómeno de masas. El 25 de junio de 1943, moría Loreto y Chicote perdía a su pareja artística, su socia y compañera de vida. No se casaron. Tenían tantas funciones y tanto trajín que no les dio tiempo.

Teresa Valle de la Cerda

Uno de los promotores de la fundación del Convento de las Benedictinas de San Plácido o de la Encarnación Benita fue el ministro del rey Felipe IV, Jerónimo de Villanueva.

Había comprado el terreno para casarse con la notable dama Teresa Valle de la Cerda y acabó a dos velas porque ella tenía vocación de vida monacal. Para llevar mejor las divinas calabazas, Villanueva se ofreció a ponerle un convento en ese terreno.

El resto lo puso Valle de la Cerda, que además de la idea, aportó 20.000 ducados. "Teresa no se lo creía del todo" explica Rossetti así que dijo "mitad y mitad, tú pones la mitad porque pensaba que si le ponía el convento entero y él iba tener el poder total y absoluto".

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Es leyenda tenida por cierta que siendo Teresa Valle priora del convento madrileño, Jerónimo de Villanueva supo de Margarita, una novicia de extraordinaria belleza. Villanueva aprovechando que tenía contacto directo con la priora, quiso ganarse el favor real haciendo de celestino entre la joven y Felipe IV, que lo mismo levantaba faldas seglares que conventuales.

Hicieron "entre el rey y hasta el Conde Duque de Olivares un plan para entrar en el convento raptar a Margarita o hacer lo que fuera con Margarita" narra Rossetti.

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La novicia no estaba muy por la labor de pasar a engrosar el número de conquistas del monarca y acudió en busca de ayuda a sor Teresa del Valle. La priora tenía un plan: "por un lado tiene que proteger a sus novicias y a sus monjas, pero por otro lado Felipe IV era un rey muy poderoso"

Así las cosas, cuando Felipe IV entró en la celda se encontró un panorama que no esperaba. La dama estaba tendida en un féretro, aparentemente muerta y cubierta de flores.

El soberano salió de allí por piernas, frustrado, asustado y burlado. Cuentan que en desagravio a su delito en grado de intentona regaló al convento el Cristo de Velázquez que ahora está en el Prado y un reloj que tocaba a muerto.

Manuela Malasaña

El antiguo barrio Maravillas le debe su nombre actual a una mujer: Manuela Malasaña. Si ahora hay heavys, góticos o hípsters, a principios del siglo XIX Madrid contaba con sus propias tribus urbanas: los manolos de Lavapiés, los chisperos de Chamberí y los majos de Maravillas, que eran sastres.

El término de majeza era sinónimo de arrojo y bravura. El levantamiento sorprendió a Manuela Malasaña en el taller de bordados en el que trabajaba como costurera, hasta donde llegó el rumor de que los franceses se encontraban disparando indiscriminadamente contra la población.

Sabemos seguro que murió con tan solo 17 años de edad, pero cuando nos centramos en cómo sucedió, las teorías son diversas: La primera y más extendida es que se jugó la vida por su padre, ayudándole con la pólvora y el armamento.

La segunda teoría afirma que, cuando se dirigía hacia su casa, la joven se cruzó con una patrulla de soldados franceses y ante sus abusos, la joven se defendió usando sus tijeras de costurera.

¿La tercera opción? Nuestra protagonista, fue asesinada en plena calle. Cuando los soldados descubrieron dichas tijeras y aplicaron la temida ley de Murat. Según la ley, toda persona que llevase armas sin autorización debía ser fusilada.