Felipe VI, tres años de Rey, 50 de vida
Un repaso a la figura de Felipe VI por la especialista en Casa Real, Ascensión Vázquez
Sigue en directo el documental "La noche del Rey" este martes desde las 21.45 en Telemadrid
El tiempo pasa para todos; también para el Rey. Y a este hombre de apariencia serena y gesto amable que nació con el destino marcado, la barba se le ha poblado de canas. Ha llegado a los 50. Medio siglo de vida que le impacta, asegura, menos que cuando cumplió los 40.
Eso sí, reconoce que ya aprecia que hay cosas que no puede hacer con la misma facilidad de antaño y, sobre todo, que ya no es el más joven en sus encuentros con mandatarios internacionales. Sin ir más lejos, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, con quien se vio la semana pasada en Davos, es 10 años más joven que él.
Felipe VI creció en un país democrático, pero no precisamente monárquico. Un país en el que su padre se ganó el trono parando un golpe de Estado para después, al final de su reinado, poner en riesgo la Institución, dejándola en los niveles más bajos de popularidad.
La Corona pasaba en 2014 por su peor momento desde 1975. Consciente de ello, este hombre tranquilo y un poco tímido, al que le gusta más escuchar que hablar, apostó desde el mismo día de su proclamación como Rey de España por una “monarquía renovada para un tiempo nuevo”.
Su misión era clara: recuperar el prestigio de la Corona. Y se puso manos a la obra. Como quien pone el contador a cero, eliminó algunas malas prácticas del pasado: prohibió a los miembros de la Familia Real trabajar y hacer negocios más allá de las actividades institucionales y aprobó nuevas normas éticas de conducta.
Justo cuando iba a cumplir un año en el trono, retiró el título de duquesa de Palma a su hermana, la infanta Cristina. Un cordón sanitario imprescindible si quería recuperar la confianza de los españoles, a pesar del desgarro familiar que ello supuso.
Desde Zarzuela, la estrategia era clara: no exponer al Rey más de lo necesario. Perfil bajo para un monarca que no podía permitirse cometer errores.
Felipe VI lleva a gala ser un monarca constitucional y es extremadamente escrupuloso en no salirse de las funciones que la Carta Magna le asigna como Jefe de Estado. Algo que, a veces, le resta calidez y cercanía frente a la mayor espontaneidad de su padre.
La Historia ha querido que, en plena labor de recuperación de la desgastada imagen de la Corona, Felipe VI tenga que lidiar con la mayor amenaza a la que se han enfrentado el Estado y la Institución desde la restauración de la democracia: el desafío independentista en Cataluña.
Un problema cuya “digestión”, en palabras del propio Rey, va a ser muy larga y frente al cual no podía mostrarse equidistante, aunque algunos le acusen de falta de neutralidad.
No han sido tranquilos sus primeros años de reinado. Su vocación de servicio es indiscutible y también lo es su obsesión por ser útil a la sociedad española. Él se siente, según afirmó el día de su proclamación, orgulloso de los españoles. “Nada me honraría más – añadió – que, con mi trabajo y esfuerzo de cada día, los españoles pudieran sentirse orgullosos de su nuevo Rey”.
No lo va a tener fácil.
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