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Alrededor de 43.000 ciudadanos chinos residen en nuestra región. Aunque la comunidad china es muy activa desde el punto de vista económico, social y cultural, lo cierto es que su modo de vida y sus tradiciones siguen siendo grandes desconocidas para los occidentales. Treinta Minutos ha convivido con varias familias chinas madrileñas que revelan un mundo fascinante donde respeto al pasado y culto a la modernidad se dan la mano: “Mis vecinos chinos” es un reportaje donde la comunidad china nos abre sus puertas para entender cómo entiende este pueblo la familia, la educación en la escuela, el matrimonio, los negocios, su verdadera gastronomía y hasta su propio tiempo libre.

Para un occidental resulta francamente curioso conocer el ritual de las bodas chinas; un equipo del programa ha acompañado a una pareja de novios, Lala y Ni Bing, durante el día de su boda: no hay ceremonia tradicional, sino que ambos acuden a un hotel Foxa M30 para hacerse un peculiar reportaje fotográfico; allí, el novio tiene que superar diferentes “pruebas” para ser digno de acceder a la novia; amigos de los contrayentes se interponen entre ambos es una representación que incluye varios cambios de traje. Después, recorrido limusina, fotos y posado en El Retiro y marcha hacia el restaurante, donde el banquete nupcial incluye platos en el menú que un madrileño nunca podría imaginarse.

Treinta Minutos ha visitado varios comercios del barrio de Usera, donde reside la mayoría de la población china de Madrid. Su actividad económica se distribuye, bien en autoabastecimiento, bien en las pequeñas tiendas de ultramarinos y “todo a cien” destinadas a los madrileños. Precisamente, otro de los centros neurálgicos de su actividad económica parte del polígono Cobo Calleja: allí, Juan Zhang, mayorista de lámparas LED y productos de iluminación nos explica su experiencia en España: lleva 20 años en nuestro país.

De hecho, se siente plenamente español. Nos cuenta el secreto de su éxito: una jornada laboral sin límite de horas y la ayuda económica que recibe de sus paisanos. Una clave: nunca pide un préstamo al bando, sino que se lo pide a sus parientes. Este modo de proceder en los negocios chinos lo confirma Lin Rongjun, propietaria de dos tiendas de alimentación. Lleva 16 años en España: en la calle Hortaleza y junto a la Iglesia de San Ildefonso; Lin afirma que obtiene beneficios, pero también paga sus correspondientes impuestos como cualquier otro español.

Los chinos madrileños están al tanto de lo que acontece en su propio país por medio de varias publicaciones en idioma mandarín que se editan en Madrid. En la revista “Xi Shang”, que dirige Esperanza Qiaonan Liu, editada en español y chino, se abordan temas de ocio, moda y viajes: allí nos cuentan que los chinos madrileños han superado ya la etapa inicial de ahorro y supervivencia y empiezan a gastar dinero. Por eso han creado recientemente un consurso de belleza: Treinta Minutos muestra la primera edición, que se celebra en vísperas del Año Nuevo Chino.

Superando los tradicionales “todo a cien” y los restaurantes, los negocios chinos se han diversificado en nuestro país y ahora la tendencia al alza está en la estética: proliferan los locales de manicura y las peluquerías especializadas en alisado japonés. Los precios son muy competitivos: en una peluquería española costaría 300 euros; en una china , entre 90 y 150. Visitamos la peluquería Ming Liu, situada en la calle Silva. Allí, sus propietarios nos explican en qué consiste esta técnica, que viene de oriente.

La barrera del idioma es una de las grandes dificultades de la comunidad china que reside en España. Son lenguas muy diferentes el mandarín y el español: en situaciones tan cotidianas como sacarse el carnet de conducir esta barrera se hace casi infranqueable. No obstante, comprobamos como en la Autoescuela Long, en Alconrcón, han conseguido superar las dificultades: allí, los alumnos consiguen dar clases y aprobar los exámenes gracias a la ayuda de traductores simultáneos.

El pueblo chino sigue conservando sus costumbres para evitar el desarraigo lejos de casa. Esa continuidad es casi una obligación para esta comunidad: en su tienda, Lin Dong, enseña caligrafía china y también la ceremonia del té. Su establecimiento está ubicado en la plaza María Soledad Torres Acosta: vende papel de arroz, pinceles y hasta teteras; los fines de semana le ayuda su hija Eva que ahora estudia turismo en la Complutense. Nos explican los esfuerzos para adaptarse a las costumbres españolas.

Los niños chinos, además de acudir a sus colegios españoles, reciben clases en el colegio chino: acudimos al instituto San Isidro, en la calle Toledo, donde se imparte lengua china, caligrafía y kung fu los fines de semana; en el colegio Aihua, en Usera, también hemos sido testigos de cómo imparten clases de bailes tradicionales.

La gastronomía china real es muy diferente de la que los españoles conocemos: más allá del rollito de primavera y del arroz tres delicias, existen miles de platos exóticos que sólo se sirven en los restaurantes chinos para ciudadanos chinos; hemos acudido a los restaurantes Ni hao y al Costa Buena: conocemos sus platos, cómo son los reservados de los locales, muy habituales en su país de origen, y cómo son los intercambios culturales con sus cocineros.