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La de los grafittis es una moda que no tiene término medio: o se ama sin excepción o no se puede ni ver. Sin embargo, en el barrio de Malasaña han encontrado la fórmula perfecta para que esta forma de arte urbano conviva sin molestar a nadie. Un total de 72 tiendas de la zona han cedido sus persianas y cierres a 100 artistas callejeros para que las decoren con su arte gráfico. Al final han salido ganando todos.