La fotógrafa Annie Leibovitz gana el Príncipe de Asturias de Comunicación
Una de las más fascinantes fotógrafas de todos los tiempos
Imágenes de Nelson Mandela, John Lennon horas antes de morir, Brad Pitt, Johnny Deep con Kate Moos, Quentin Tarantino, Milkhail Baryshnikov, Holly Hunter, Keith Richards, Patti Smith, Mick Jagger o Demmi Moore embarazada han hecho de la estadounidense Annie Leibovitz una de las fotógrafas más fascinantes de todos los tiempos y la mejor pagada.
Galardonada con el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, Annie Leibovitz (Connecticut, 1949) ha desarrollado un universo propio sin trabas temáticas y junto a sus icónicos retratos de celebridades, ha practicado la fotografía documental y de paisajes.
La desnudez de la enfermedad de Susan Sontag, su compañera durante muchos años y cuyo fallecimiento la afectó profundamente, la labor cotidiana de su madre, el desnudo de Demi Moore embarazada, el gabinete Bush, la belleza de Brad Pitt o la realidad de Sarajevo, son imágenes que conforman este universo.
TRABAJA PARA LAS PRINCIPALES REVISTAS
Con un trabajo fundamental para las revistas Rolling Stone, Vanity Fair o Vogue y autora de influyentes campañas publicitarias, la obra de la galardonada incluye también imágenes muy íntimas y personales con las que a lo largo de los años ha querido rendir homenaje a sus familiares y amigos. Las conmovedoras fotografías de la muerte de su padre o las de los nacimientos de sus tres hijas son prueba de ello.
A pesar de sus éxitos y de ser recibida como una gran estrella allá donde va, en su visita a Madrid con motivo de la exposición que la sala Alcalá 31 le dedicó dentro del programa de PhotoEspaña 2009, Leibovitz se mostró como una artista a la que los muchos años de trabajo no han hecho que deje de apasionarse al hablar de sus fotografías.
En aquella ocasión, dejó constancia de la importancia que ha tenido para ella su relación con la escritora y ensayista Susan Sontag, con la que en varias ocasiones viajó a España.
"Siempre que he venido he experimentado algo mágico. Para mí significa mucho estar otra vez aquí. Susan adoraba España y cuando venía no quería volver a casa", afirmaba entonces la galardonada.
Respecto a la fotografía, afirmaba que "te da licencia para explorar. No hay que hacer el trabajo porque te lo piden, sino porque te gusta".
Y en cuanto a la técnica "el contenido es más importante. Me interesa hacer las cosas lo más sencillas posibles", decía.
A pesar de ser una estrella de la fotografía, reconocía que hay momentos en que se sentía capaz de hacer cualquier cosa, "y otros -subrayaba- en que quieres matarte. Esas tensiones son la vida".
Una de sus fotografías más importantes y una de sus preferidas es la que le hizo a su madre para el libro "Woman" en 1997. "Es una imagen que pone muy alto el listón. Me gustaría hacer fotografías como esta todos los días, pero es muy difícil, es como capturar el alma".
FOTOS A SU MADRE
Annie Leibovitz comentaba entonces que creció rodeada de fotos familiares y en ellas su madre "salía en todas sonriendo".
"Empecé a desconfiar de la sonrisa, me parecía una falsa apariencia. Hice una foto directa, clara, en la que mi madre aparentaba sus setenta años. Yo sabía que ella iba a verse vieja, pero a veces debemos enfrentarnos a nosotros mismos, a lo que somos", explicaba.
Convencida de que la experiencia hace su trabajo más interesante, le gusta hablar con la gente a la que va a fotografiar y, confesaba, "todavía me pongo nerviosa. Nunca voy a parar, nunca".
Estudiante de pintura en el San Francisco Art Institute, Leibovitz fue fotógrafa jefe de la revista Rolling Stone, se incorporó posteriormente a Vanity Fair y después a Vogue. Es autora de influyentes campañas publicitarias y su obra ha sido expuesta en importantes museos y galerías.
"No soy periodista. Un periodista no toma partido, y a mí no me interesa adoptar esta actitud en la vida. Como fotógrafa, poseo una voz mucho más convincente cuando deseo expresar mi punto de vista", escribió la artista en "Vida de una fotógrafa. 1990-2005", el primer libro publicado en castellano de Annie Leibovitz que, editado por Lunweg, sirvió de catálogo a la exposición de la sala Alcalá 31.
Este libro tuvo para la galardonada algo de excavación arqueológica, sobre todo en lo que respecta a las fotografías que no pertenecían al campo de la publicidad, de las que ni siquiera sabía de cuantas disponía.
"No me di cuenta hasta más tarde de que el trabajo del libro había intensificado mi aflicción. De todo lo que he hecho en mi vida, esta es la tarea que más se ha acercado a mi esencia".
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