Björk abre su mente al público en "Cornucopia" |
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Aún en el recuento de los estragos ocasionados en Madrid por una naturaleza enloquecida, tras un fuerte temporal de lluvia y uno de los veranos más cálidos de la historia, Björk ha irrumpido en esta ciudad con un mensaje para frenar el cambio climático: "Imagina un futuro mejor y sé parte de él".

Como en Pandora, el utópico planeta de la saga 'Avatar', la islandesa ha hecho brotar en el Wizink Center y ante los más de 8.100 espectadores presentes una fauna y una flora exuberantes que se han adaptado como un guante a su conocida singularidad artística y a un espectáculo en el que imagen y sonido se combinan en una experiencia absolutamente sensorial.

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Diecieséis año han transcurrido desde la última vez que Björk Guðmundsdótti (Reikiavik, 1965) pisó un escenario madrileño, una espera en la que le ha dado tiempo a publicar cuatro álbumes: "Biophilia" (2011), "Vulnicura" (2015), "Utopia" (2017) y "Fossora" (2022), de los cuales especialmente estos dos han sido protagonistas de las aproximadamente dos decenas de cortes del repertorio.

Como en esa anterior visita, que tuvo lugar en la plaza de toros de Las Ventas con el disco "Volta" (2007) bajo el brazo, no se ha dejado llevar por la condescendencia con el público que la elevó a los altares del "indie" alternativo y global de los años 90, porque no han sonado ni "Big Time Sensuality", ni "Violently Happy" ni "It's oh so quiet", por poner tres claros ejemplos.

Precisamente por eso, y por ese "crescendo" de audacia y experimentación que la han llevado a hacer trabajos cada vez más ajenos al gran público, quedaba saber cómo respondería Madrid, su única parada de esta gira "Cornucopia" en España, y la ciudad ha llenado casi todas las localidades del aforo previsto de 8.500 (también la pista se ha dispuesto íntegramente con sillas).

La supuesta búsqueda de una experiencia inmersiva ha comenzado antes incluso de que se apagaran las luces, entre sonidos de un bosque irreal y mientras una voz "en off" solicitaba a los asistentes que por favor se abstuvieran de tomar imágenes durante el concierto "para no distraer" a la artista, quien tampoco ha admitido la entrada de reporteros gráficos al recinto.

Con puntualidad británica, a la también inusual hora de las ocho de la tarde, ha arrancado un "show" codirigido por la aclamada cineasta argentina Lucrecia Martel en el que, como velos sobre los que se proyectan sugestivas imágenes, unas paredes de flecos sumen a la protagonista y sus músicos en la ensoñación de una naturaleza alienígena, íntima y amable.

Su característica voz, limpia y poderosa aún a sus 57 años, tan reconocible, ha hecho acto de presencia antes que su cuerpo, engalanado con un diseño de inspiración podría decirse que gitana, negro y con largos flecos encarnados, con unos zapatos aparentemente flamencos, puede que como una especie de muestra de luto por su madre, conocida activista medioambiental cuya muerte (junto con el propio ciclo vital) inspiró parte del disco "Fossora".

Especialmente importante es en esta gira "Cornucopia" es su acompañamiento musical, integrado por un hábil percusionista capaz de convertir el derrame del agua en un instrumento, una arpista, un teclista equipado con una buena dosis de bases electrónicas y, sobre todo, el septeto de flauta Viibra, que, disfrazado como criaturas de un bosque encantado, ha sido de lo más celebrado.

Pronto ha quedado claro que no iba a importar reconocer las canciones, porque tanto el envoltorio como la propuesta de fondo iban a dotar al espectáculo de todo su significado en una industria en vivo tendente a empaquetarlo todo de forma homogénea y convencional.

EL MENSAJE DE GRETA THUNBERG

"¡Gracias!", ha exclamado varias veces en español la propia Björk a lo largo del concierto, culminado a la hora y media, antes de que pudiese convertirse en algo denso y repetitivo y tras recibir una buena dosis de aplausos en momentos como la versión hiperdesnuda de "Venus As a Boy", acompañada solo de una flauta, o de "Isobel", también muy transformada para adaptarse al espíritu de la gira.

Entre medias, varios mensajes muy explícitos. "Para sobrevivir como especie es urgente definir nuestra utopía", ha proclamado la artista en unos rótulos a los que poco después han seguido las palabras grabadas de la joven activista sueca Greta Thunberg en su lucha contra un capitalismo implacable con el planeta: "Nunca se es tan pequeño como para no poder marcar una diferencia".

Entonces ha vuelto Björk, metamorfoseada en una criatura blanca y esperanzadora, para cerrar su concierto con "Notget". "Y si tenéis ganas de bailar, no os cortéis", ha pedido la islandesa, tras hacerle otra petición previa al mundo con la letra de su "Future Forever": "Imagina un futuro mejor y sé parte de él".