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"Bronces que hablan", la bella labor de preservar el lenguaje de las campanas
- La web 'Tantalán', de Silberius de Ura, recoge el tañido de campanas de toda España y más allá
“Yo me crie en un pueblo pequeñito de Burgos, casi una aldea, y me encantaba cuando llegaba el domingo y había que ir a tocar las campanas, eso me encantaba”.
A Silberius de Ura siempre le han fascinado las campanas. Hace 25 años, en la comarca del Arlanza, en Burgos, “un hombre muy mayor” le habló de algo mágico: la campana del ‘tentenublo’.
Se tocaba cuando había tormenta porque el sonido “convertía el granizo en agua, desviaba la tormenta y protegía al pueblo”.
El ‘tentenublo’ es un toque muy rápido, “tiene una letra que va cantando el campanero a la vez que repican las campanas: Tente Nublo, tente tú, que Dios puede más que tú”.
Puede cambiar el nombre (en Galicia lo llaman ‘tentetrono’) pero es un toque que no sólo está muy extendido en toda la península sino que se toca de la misma forma en iglesias separadas por cientos de kilómetros.
Hablar con el campanero de Covarrubias fue tan fascinante que Silberius pensó en montar una web “donde se pudiera escuchar el sonido de las campanas, además de ver su imagen”. La chispa había prendido y nació ‘Tantalán’, una web para “enseñar el mundo de las campanas”. Y para que no se pierda.
"El pastor sale ahora"
Están ahí desde siempre, conocemos su tañido, pero ya suenan menos y ni siquiera somos conscientes de ello. Un arte ancestral y mágico desaparece sin que nos demos cuenta. Olvidamos su lenguaje.
“Pensamos que las campanas sólo sirven para llamar a misa o se tocan cuando es fiesta pero en realidad se usaban para un montón de cosas”.
Había toques para “anunciar que el sol está saliendo por el horizonte y avisar al pueblo de que es hora de ponerse en marcha”, hay toques para avisar a la gente de que saquen sus ovejas y cabras del establo porque el pastor comunal ya ha salido para llevarlas al monte. “El pastor sale ahora”, advierten.
Hay toques para avisar de un incendio, toques ‘a rebato’ para dar la voz de alarma, que suenan con urgencia. Hay toques para llamar a fiesta, que suenan muy alegres. Hay toques para anunciar una muerte que suenan de forma diferente si el difunto es un hombre, una mujer o un niño: “Los de adultos tienen una cadencia muy triste, los de los niños son alegres para empujar el alma en su camino hacia el cielo”.
El ‘toque de concejo’ convocaba a los vecinos a la plaza para discutir temas importantes. “Había también toques para guiar a las personas cuando se perdían en la niebla y el campanero lo tocaba toda la noche para que esa persona supiese volver al pueblo”.
Un WhaatsApp ancestral
En los tiempos en que no existía internet “el sonido de las campanas era el WhatsApp que tenían nuestros antepasados. Para enviar un mensaje a todo un grupo de personas el campanero tocaba y todo el mundo entendía lo que estaba contando. Me parece tan fascinante que no lo podemos dejar perder”.
“Los toques de campana son un lenguaje, con sus dialectos, pero se ha perdido muchísima de esta información”, lamenta Silberius. Antes había uno o dos campaneros en cada pueblo pero ahora apenas quedan. ”Cuando el campanero desaparece se lleva con él este código de comunicación”.
Cuando entras en Tantalán, en cada campana puedes ver una foto del paisaje "porque las campanas cantan al paisaje, a una localidad, a unos vecinos, lanzan mensajes, son los bronces que hablan desde las alturas"
El objetivo de Tantalán es conservar ese lenguaje, los toques manuales que han llegado hasta nosotros, y aprenderlo.
“Escuchar una campana nos conmueve”
Las campanas más antiguas que se conocen en Europa son algunas irlandesas, como la de San Patricio, del siglo V, que se puede ver en el Museo de Dublín. En España, entre las más siglos acumulan se encuentran la votiva del Abad Sansón, en el Museo de Córdoba, que tiene una inscripción del año 925 y la de la Catedral de Oviedo, fundida en 1219.
“Escuchar una campana nos llama la atención y nos conmueve. A cualquier persona que invitaran a subir a un campanario le encantaría hacerlo, sobre todo si te dejan tocar la campana”.
Sin embargo, no todo el mundo se deja llevar por esta magia: “Ahora en algunos pueblos parece que las campanas molestan al turista rural; hemos cambiado, ya no las necesitamos”.
Una comunidad abierta
Silberius se gana la vida con ‘Neonymus’, un proyecto musical, una “música sin fronteras físicas ni mentales” donde combina su poderosa voz con tecnología e instrumentos insólitos para crear un sonido que evoca un pasado remoto y común. “Hago conciertos en iglesias, catedrales, cuevas, dólmenes… es una música muy antigua”. Con Neonymus recorre la geografía española. Y conoce muchas iglesias. Y muchos campanarios.
Comenzó a grabar las campanas de los pueblos en los que recalaba. Pero fue más allá y decidió que Tantalán tenía que ser una “comunidad abierta donde todo el mundo pudiera contribuir con los toques de campana de su pueblo”.
Luis Baldó, campanero: "Para poder interpretar los toques de campana primero tenemos que conocerlos"
Ahora Silberius da acceso a las herramientas de Tantalán a todo aquel que comparta su amor por las campanas. Y la web crece.
“Al principio pensé que esto era sólo mi chifladura y que sólo yo me lo iba a pasar bien dando golpes a la campana con el ratón en la web pero me he dado cuenta de que todos tenemos todavía las campanas metidas en el ADN”. Hay ya una docena de colaboradores muy activos.
Un recorrido por toda la península y más allá
Tantalán ya acumula mil campanas y 800 toques diferentes. Y subiendo. Hay campanas de toda la península, con sus imágenes, su historia y un botón de play para que las hagas sonar como quieras. Tú haces vibrar los toques. La web te enseña a hacerlo.
Puedes ordenar las campanas por notas, buscar la de una iglesia determinada, o jugar a un ‘Tan: Trivial’ para aprender más sobre ellas. Hay campanas de todas las regiones españoles. Y más allá. Incluso de Londres y Luxemburgo. “Aspiro a que Tantalán recoja sonidos de campanas de otros países y esté en todos los idiomas de la Unión Europea”
Dentro de las campanas
“Nunca me han puesto problemas para grabar una campana, todo el mundo me abre las puertas de su campanario”. Silberius graba el sonido desde dentro. “Con una mano sujeto el badajo y con la otra la grabadora.
Subir al campanario ya es “una aventura enorme”. “Hay algunos donde meterte es como entrar en ‘El nombre de la rosa’: hay que atravesar agujeros, subir escaleras rotas, caminar por encima de las bóvedas de las iglesias… una aventura”.
Más que hacer sonar la campana, confiesa Silberius que a él le encanta “tocarlas físicamente, acariciar el bronce de que están hechas. Las antiguas tienen un textura muy diferente, “las que se hacen ahora están perfectamente afinadas, el bronce tiene una textura más fina; me gustan más las antiguas con sus imperfecciones, sus irregularidades, sus estrías”.
Silberius cuenta feliz que Tantalán consigue que muchos miren de otra manera las campanas que les han acompañado toda la vida. “Cuando publico el campanario de un pueblo, todos los vecinos lo comparten y muchos descubren un nuevo amor hacia sus campanas, le cogen cariño porque pueden leer su historia, saber más de sus inscripciones”. Descubrir aquello que forma parte del paisaje pero que, precisamente por eso, a veces pasa desapercibido.
La ‘romana grande gótica’ de San Salvador de Oña
Es difícil escoger entre tantas pero siempre hay alguna especial. Para Silberius esa es la “romana grande gótica” del monasterio de San Salvador de Oña, en Burgos.
“Casi todas las campanas tienen inscripciones, cuando el fundidor funde el bronce inscribe también el nombre del santo a que está dedicada y por ese nombre se la conoce”. La de Oña es muy antigua, con una letra gótica que no se puede leer así que se la conoce como la ‘romana grande gótica’.
Hay dos tipos de campanas, básicamente, explica Silberius: Las ‘romanas’, que son “como un dedal o un caldero gigante dado la vuelta”. Y los ‘esquilones’, que parecen “una copa al revés”. Las ‘romanas’ son más robustas y sólo están presentes en el norte de la península ibérica. En el resto del mundo no existen.
La de San Salvador de Olla es una campana romana, muy grande, de cientos de kilos de peso. “El sonido que tiene es impresionante, se queda dos minutos después flotando en el aire”.
“El bronce de las campanas se fabrica con un 80% de cobre y un 20% de estaño”. Algunos campaneros, explica Silberius “metían más estaño porque tiene un sonido más brillante pero esto las hace más frágiles y es más probable que se rompan”, los cambios de temperatura también influyen pero, confiesa “para mí es un misterio por qué se rajan las campanas”.
Cuando una campana se raja pierde su voz. Pero, a veces, puede recuperarse con una refundición o mediante una soldadura.
Las campanas de Madrid
La gran urbe, cada vez más moderna y repleta de gente y turistas, madrileños todos, también custodia campanas.
Tantalán recoge el tañido de las campanas de la Catedral de la Almudena, de la Parroquia de San Juan Bautista, la iglesia de San Nicolás de los Servitas, la de San Antonio de los Alemanes, la Colegiata de San Isidro, la Catedral de los Santos Justo y Pastor, de Alcalá de Henares, entre otras.
Y, ya que hablamos de Madrid, Silberius aprovecha para hacer un llamamiento a todos los madrileños para entre todos subir a Tantalán el sonido de todas las campanas de la región.
Para que todo el mundo escuche sus voces. Para que la voz de bronce siga ‘hablando’ desde las alturas.