Daniel Barenboim: "Es un milagro que haya gente que quiera escuchar mi música"
Ha clausurado la temporada de Ibermúsica en el Auditorio Nacional de Madrid
La ceguera de los políticos, ajenos a la necesidad de educar el oído desde la escuela, ha hecho que la música clásica sea "una torre de marfil"; por eso, a Daniel Barenboim le parece "un milagro" que haya gente que quiera asistir a conciertos como los que ofrece desde mañana en España.
El argentino-israelí ha desembarcado con su orquesta, la Staatskapelle de Berlín en el Auditorio Nacional de Madrid para clausurar la temporada de Ibermúsica; el lunes, en el Palau de la Música de Barcelona para abrir la suya, y tres días después en Pollença (Mallorca) para dar un recital como pianista en el Formentor Sunset Classics.
En una entrevista, el pianista y director explica por qué ha elegido para su vuelta a España un programa dedicado a Richard Strauss, con "Una vida de héroe" y "Don Quijote", y a la "Sinfonía número 2", de Elgar; lamenta la "cerrazón" de los políticos con la enseñanza de la música y revela algunos de los "secretos" que ha aprendido en 64 años de profesión.
El problema con la música, afirma, es que "no tiene su lugar en la sociedad. Es una torre de marfil que está a disposición de algunos que la ejecutan y otros que la oyen, pero no tiene ninguna relación con la vida, con la realidad".
En la escuela, argumenta, enseñan ciencias o geografía, "pero ni se les menciona la palabra música. Es un milagro que haya gente que quiera oírme, porque nunca han aprendido nada. Nuestro deber es sacarla de su torre de marfil y que sea parte de la cultura general", propone, convencido de que el oído es "el órgano más inteligente del ser humano".
Si no se hace, dice, es por "falta de cultura e inteligencia de los políticos, que no saben nada y se permiten decir que la gente tiene que comer y que la música es un lujo. Y no lo es, es una necesidad".
"Sé de lo que la música es capaz", sostiene y recuerda su proyecto de hace diez años en una guardería de Berlín enseñando a niños de tres años música; ahora el 80 % de aquellos niños sigue tocando algún instrumento o cantando, presume.
La música, defiende, permite vivir al ser humano emociones contrarias simultáneamente: "Nunca ríe, nunca llora, lo hace al mismo tiempo. Eso, fuera de la música, es muy raro vivirlo. El que puede pasarse su vida en la música tiene muchísima suerte. Es espiritual y física al mismo tiempo".
En esa tensión inscribe su elección de programas para España y no en el hecho de que se cumpla este año el 150 aniversario del nacimiento de Richard Strauss.
"Yo nunca he dicho eso -precisa-. 'Una vida de héroe' y 'Don Quijote' son dos obras maestras que tienen mucho en común, aunque siempre las he dirigido por separado", aclara.
En lo que se refiere a Edward Elgar (1857-1934), es un compositor que le ha fascinado desde que escuchó con 14 años sus "Variaciones enigma".
Cuando conoció a su primera mujer, la violonchelista Jacqueline du Pré (1945-1987), hizo con ella su concierto para violonchelo y en los 70 dirigió prácticamente toda su obra.
"Luego vinieron otras prioridades. Hay compositores que me han acompañado toda mi vida, como Mozart, Beethoven, Chopin y luego Boulez y Carter, pero siempre he tenido etapas en las que me he dedicado a otros, como es el caso de Elgar. Decidí volver a él, porque releí la partitura de su 'Segunda Sinfonía' y me enamoré", apunta Barenboim, que acaba de grabarla para Deca con la Staatskapelle.
Lleva desde el año 50 delante del público y sigue siendo muy feliz y le halaga mucho que la gente, después de tantos años, quiera ir aún a oírle; por eso, y por su sentido de la responsabilidad, también se siente obligado a dar a conocer al público compositores como Elgar.
Sigue apreciando matices nuevos en piezas que lleva interpretando más de 50 años y disfrutando enormemente con esos "descubrimientos" en un arte tan efímero que cada día "hay que empezarlo desde cero", pero, como decía Celebidiache, añade, "lo más grande de la música es que es irrepetible".
Su gusto por "lo imposible", siempre "más fácil que lo difícil, porque por poco que se consiga ya es un gran éxito", le hace desear que la orquesta que fundó en 1999 con el palestino Edward Said, la West-Eastern Divan, pueda tocar por fin en los países de los que proceden sus músicos: Líbano, Siria, Israel, Palestina, Jordania y Egipto. "Es un buen imposible", se ríe.
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