Los superhéroes son ya un género en el cine, y uno muy rentable, razón por la que Marvel y DC no dejan de explotar su cantera a la búsqueda de nuevos personajes para la gran pantalla. El último en llegar ha sido Deadpool, irreverente, vulgar, divertido y con poca madera de héroe. Es el primero que protagoniza una historia pese a que su objetivo no sea salvar al mundo, sino más bien, llevar a cabo una venganza de lo más personal. Y aunque recibe ayuda de alguno de los mutantes buenos de X-Men, se basta solito para atraer al público, como demuestran los primeros datos de recaudación.
Nada menos que 282 millones de dólares (250 millones de euros) en sus primeros cuatro días de exhibición y eso que aún no se ha estrenado en todo el mundo.
Teniendo en cuenta que, según la web especializada Box Office Mojo, su presupuesto ha sido de 58 millones de dólares (51,5 millones de euros), es lógico que Marvel siga apostando por los personajes de su inmensa cartera de cómics para adaptar sus historias al cine.
En este caso, el elegido ha sido un antihéroe indestructible. Bueno, ese es el resultado de los experimentos a que se somete el antiguo agente de las Fuerzas Especiales Wade Wilson con la promesa de que le curen un cáncer terminal.
Curado del cáncer, desfigurado e inmortal, Deadpool aparece para vengarse de los que le han convertido en esa especie de superhéroe a su pesar y que le han separado de su novia, Vanessa.
El canadiense Ryan Reynolds se mete en un papel alejado de lo que ha hecho hasta ahora. No puede explotar su físico y la interpretación se ve muy limitada por el traje que oculta cada centímetro de su piel, incluidos los ojos.
Así que tiene que jugar con la voz y el lenguaje corporal, algo que le va muy bien al personaje, que se dedica a reirse de todo y de todos, a soltar cuanta frase sobre sexo se le ocurre y a tomarse las cosas poco o nada en serio.
Un papel que Reynolds perseguía hacer desde hace más de diez años porque consideraba que era un superhéroe muy diferente al resto, con una moral bastante dudosa y flexible. Primero consiguió interpretarlo en una pequeña colaboración en "X-men Orígenes: Lobezno" (2009) y finalmente tener su propia película. Además logró -es también productor de la película- que el personaje hablara y actuara "tal y como lo hace en los cómics, a pesar de no ser el comportamiento habitual de los superhéroes", según aseguró en una entrevista con Efe.
Junto a él, la chica de la peli es la brasileña Morena Baccarin, que se dio a conocer como la esposa de Nicholas Brody (Damianl Lewis) en la serie televisiva "Homeland".
Y en cuanto al malo, un británico como es bastante habitual. Esta vez, un desconocido Ed Skrein, que interpreta a Ajax (obviamente las bromas con el detergente no se hacen esperar).
Porque si hay algo que abunda en esta película es el humor. Y no las bromas elegantes de Iron Man -el superhéroe más divertido hasta la fecha-, sino un humor corrosivo, ordinario, arrabalero, provocador y en el que cualquier tema es un buen motivo de crítica.
No faltan bromas sobre los X-Men y Marvel, sobre Green Lantern -el superhéroe de DC que interpretó Reynolds con pobres resultados- e incluso sobre el propio actor, de cuya belleza ironiza Deadpool.
Un enfoque que será excesivo para algunos pero que sin duda supone un cambio radical respecto al clasicismo de personajes como Superman, Batman o Spiderman.
Y un paso más en la modernización cinematográfica que supuso la llegada de los X-Men o los Vengadores, dirigido además por un debutante Tim Miller, que se estrena en la dirección de largometrajes a lo grande.
Su éxito además adelanta una secuela, pese a que hasta ahora nadie -ni el propio Reynolds- haya querido hablar de la posibilidad de que el "mercenario bocazas" tenga más vida en el cine.