Vídeo: Redacción | Foto:Telemadrid
(Actualizado

Se puso el cartel de "no hay billetes" en la decimotercera de San Isidro. La reventa por las nubes y en la tierra las protestas. Justas, puesto que cuando no falla el toro, están fallando las espadas.

En la plaza se pudo sentir la crispación de la que hablaba Ortega y Gasset. "Si quieres pulsar cómo está España, vete a una plaza de toros, decía el filósofo.

Alejandro Talavante tuvo opción de cortar la oreja que le ofrecía el segundo en sus embestidas y a punto estuvo de hacerlo de no haber pinchado a la primera.

El extremeño se gustó con la diestra y los remates, en uno de pecho despacito, despacito y en tandas en las que hubo creación e improvisación, cambio de mano, adornos y plasticidad.

Talavante es un genio que está en un momento sensacional y en el quinto, otro noble y algo más encastado, su disposición se creció tras aguantar una colada para quitar el ánimo a cualquiera, pero era ese el pitón y se gustó al natural.

Madrid exige la entrega y Alejandro quiso intentarlo por el otro pitón, el malo, por el que se le coló provocándole una herida de 20 centímetros en el muslo derecho.

Firme, sin importarle la herida, se quedó en el ruedo, funcionándole la cabeza pese a los jodelones palmeros sobre la colocación.

Realizada la obra, no podía volver a fallar, y la rubricó con una entera caída recibiendo.

Juan Bautista tuvo dos toros también con opciones. Aseado en el primero y voluntarioso en el cuarto, el francés cosechó silencio y ovación con saludos.

Y Roca Rey tuvo la pena de un deslucido tercero y un lesionado sexto, cuyo comienzo de faena fue decisivo para esperarle de nuevo, sin saña por favor, que la exigencia es compatible con el respeto.