'Lágrimas de Oro', una inmersión en el mundo inca y la conquista del Perú narrada como pocas veces
El robo de una reliquia sirve de excusa a José Luis Gil Soto para trasladarnos a la América del siglo XVI, a la epopeya de Pizarro y para profundizar en el imperio inca
José Luis Gil Soto (Badajoz, 1971) tiene nuevo libro. 'Lagrimas de Oro', publicado por Espasa. Un relato sobre uno de los episodios más famosos y tal vez menos conocidos de la conquista de América: la expedición de Pizarro en Perú y su encuentro con la cultura inca.
Un texto en el que descubrimos aspectos familiares del trujillano poco o nada revelados. Un trabajo en el que Gil Soto realiza una profundización en el imperio inca y así entender su riqueza, complejidad y peso en el mundo precolombino.
Pero además la novela permite sumergirse en una trama internacional de tráfico de objetos históricos que arranca con un robo en España y recorre varios países.
Telemadrid.- ¿Por qué Francisco Pizarro y no Cortés, Orellana, Balboa u otro de los descubridores?.
José Luis Gil Soto.- Ya me pasó cuando escribí sobre Godoy. Todo el mundo sabe quién es Pizarro, pero cuando indagas un poco en su historia encuentras lagunas, salvo para los especialistas. Cuando escarbas un poco te das cuenta de que la mayor parte de las personas no conocemos muy bien a Pizarro.
T.- Dice que ha escarbado un poco, pero por lo leído parece que ha escarbado mucho en la vida de Pizarro…
JLGS.- Lo hice porque indagué a mi alrededor, entre gente que conoce mucho la historia, y me di cuenta de que cuanto más conocía sobre él más alejados estaban los demás. Eso me alentó a escribir esta historia.
T.- 'Lágrimas de Oro' es un libro, pero parece contener a su vez cuatro libros distintos y que se completan unos a otros. Uno dedicado a Pizarro, otro dedicado a su familia, otro es una trama de intriga en la actualidad y luego está el que nos sumerge en el mundo inca y su cultura.
JLGS.- Sí, es que para hablar hoy en día de la conquista de América, de cualquiera de sus episodios, hay que pensárselo muy bien cómo hacerlo , no es fácil, es un tema controvertido. Hay gente a la que le cae muy bien todo esto, pero luego hay una gran pereza acerca de la conquista de América porque la leyenda negra persiste.
Me creí en la obligación de hablar de Pizarro pero también de recrear el mundo precolombino o al menos el mundo pre Pizarro, el imperio inca antes de que llegaran los españoles. Recrearlo con sus costumbres, con su forma de pensar, para lo bueno y para lo mano. Creí importante contar cómo se había forjado el imperio inca y aunque había grandes diferencias culturales con ellos no había tantas en lo que se refiere a la humanidad.
El imperio inca había sido forjado a sangre y fuego, como cualquier otro imperio, como el romano o el español del siglo XVI. Merece la pena contextualizarlo, para entender los patrones de comportamiento, para comprender toda aquella sociedad a ambos lados del océano. Y así el lector se mete más de lleno en la historia, si se lo cuentas bien, cómo eran los incas, cómo vieron llegar a los españoles, cómo vivieron aquella llegada. De esa manera puedes divulgar mejor la historia y hacer que se viva en primera persona todo aquel episodio.
T.- Y llegamos al momento en el que Pizarro traza su famosa raya en el suelo para saber quién está dispuesto a las penalidades y la gloria y quien quiere regresar a la seguridad de su hogar…y muy pocos le siguen.
JLGS.- Eran muy pocos y deciden seguir a una persona que tiene clarísimo que avanzará aunque sea lo último que haga en la vida. Pizarro ya llevaba mucho tiempo en América, había llegado en la primera oleada del 1500, había estado como lugarteniente de Balboa en el descubrimiento del Mar del Sur (Océano Pacífico) y estaba convencido de que podía aún hacer algo grande pero que no tenía muchas oportunidades. Así que esa fue su determinación, o algo grande o a la tumba.
T.- Pizarro, el mundo inca...y la Guardia Civil. Su unidad de Patrimonio y, en la novela, con una mujer al frente de una operación.
JLGS.- Sí. Tanto la Guardia Civil como la Policía Nacional hacen un trabajo impresionante de recuperación de obras de arte robadas para devolverlas al sitio que les corresponde.
A raíz del robo y rescate del Códice Calixtino de la catedral de Santiago empecé a dar vueltas a la posibilidad de contar esta historia (Lágrimas de Oro) con una trama policial basaba en el robo del collar de Pizarro de la iglesia de Conquista de la Sierra.
T.- El libro, además de esta trama, de la conquista y de la inmersión en el mundo inca, nos hace reflexionar sobre el arte. Y asistimos a la codicia de los conquistadores, la de los incas pero también a la de quienes se apropian de piezas históricas simplemente por la posesión.
JLGS.- Al final Julio Adelman (el ladrón del collar de Pizarro) es un niño, una persona que no ha madurado. Cuando somos niños creemos que podemos poseer cualquier cosa. Si nos entusiasma algo, como desconocemos que hay leyes ni códigos éticos que lo impide, lo queremos tener. Si yo voy a la Armería Real de Madrid y veo la espada de Pizarro quiero llevármela a casa, pero no puedo. Y Julio Adelman sigue pensando que puede tenerlo. Por encima de cualquier cosa, tiene los medios a su alcance y lo hace.
Hay quienes lo hacen por dinero, y parece que puede entenderse mejor, y hay gente que solo quiere tenerlo por el afán de poseerlo y tenerlo para él solo. Cuánta gente hay que acude a casas de subastas para hacerse con un objeto simplemente porque perteneció a alguien.
T.- Volviendo al tema del enfrentamiento entre las dos culturas, la española y la inca, en el libro se narran hechos brutales a ambos lados que tal vez hayan hecho posible una narración más equilibrada de aquellos episodios…
JLGS.- Aunque no hubiera habido ninguna crueldad en la parte inca, que hubiera sido una sociedad absolutamente pacífica, el hecho de que el imperio español hubiera ido a conquistarlos, a quedarse con su territorio y a someterlos, entra dentro de lo normal en el siglo XVI.
Eso es lo que se hacía en aquel entonces tuvieras enfrente una sociedad cruel o no, magnífica o no, organizada o desorganizada, indígena o no indígena. Para los españoles aquello fue absolutamente nuevo. En la Escuela de Salamanca se llegó a plantear si los indígenas tenían alma.
Todo esto es lo que ocurría en el siglo XVI. Estos eran los patrones de comportamiento. Cualquiera habría hecho lo mismo y los españoles habrían hecho lo mismo en cualquier otro lugar. Es cierto que hubo una gran diferencia con los ingleses, masacraron y exterminaron a los indios totalmente para quedarse con su territorio, lo cual entra casi dentro de lo normal. Pero los españoles no lo hicieron.
T.- De hecho, en el libro se cuenta cómo los incas que aceptan ser vasallos del rey Carlos I también quedan acogidos a la ley. En un momento dado, Pizarro recuerda a sus hombres que el que deje encinta a una mujer de allí tendrá que asumir las obligaciones legales y de protección de ella y el hijo, como si de una mujer castellana se tratara.
JLGS.- Sí, de la Corona Española emanaban leyes muy garantistas para los derechos de los indígenas. Ya desde los tiempos de Isabel la Católica, en el momento que Colón llega a América, se tenía claro que la conquista, además de un sentido evangelizador, lo tenía también de empresa.
Los conquistadores eran empresarios que arriesgaban vida y capitales en nombre del rey. Y esos empresarios se saltaban a veces las leyes y cometían atrocidades sí, pero la ley se hacía cumplir y por lo general las cosas se hicieron conforme a las leyes de la propia Corona.
T.- Para finalizar, ¿alguna novela ya en mente?...
JLGS.- Tengo ya una acabada, pero no puedo contar nada. Es un proyecto que surgió justo cuando estaba documentando 'Lagrimas de Oro'. Y luego me gustaría seguir contando algún episodio más de la conquista de América que no sea especialmente conocido o algún personaje que sí tal vez sea conocido pero que me gustaría contar en detalle. Tengo también mucha documentación del mundo inca tras la muerte de Atahualpa, pero no sé, no sé. Tal vez vea la luz algún día.
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