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"Lucía es un ángel caído del cielo", así describe el emblemático maestro y coreógrafo Víctor Ullate a la bailarina Lucía Lacarra, que, desde hoy y hasta el próximo 18 de septiembre, protagonizará con la compañía de Ullate un programa "pasional y terrenal", en los Teatros del Canal de Madrid.

Para Ullate (Zaragoza, 1947), maestro de grandes estrellas como Tamara Rojo, Ángel Corella, Joaquín de Luz y la propia Lacarra, la guipuzcoana, que bailará junto a su marido, Marlon Dino, es una artista "dedicada, humilde y con luz propia", según explica a Efe. Su niña bonita y con quien siempre ha tenido una "conexión especial".

En esta ocasión, la compañía de Ullate presenta en Madrid un programa "delicioso", en opinión del coreógrafo, y en el que "lo terrenal y lo pasional" irán de la mano.

Un programa que está compuesto por dos coreografías históricas de su compañía como "Tierra Madre", de Eduardo Lao, y "Pastoral de L.V Beethoven", con coreografía del propio Ullate.

"Ante todo, lo que quiero es que el público salga diciendo 'qué bonito, durante este rato me he olvidado de todo lo que pasa en este mundo'", comenta Ullate, quien, lleno de orgullo, asegura que pocos cuerpos de baile en el mundo tienen la precisión del suyo, y que eso es fruto de un trabajo "exhausto, de horas y horas".

Para el que fuera bailarín con Maurice Béjart, es "un lujo" poder inaugurar la temporada de los Teatros del Canal, un escenario que define, por su gran programación en lo que a baile se refiere, como "la catedral de la danza" en Madrid.

Además apunta que es necesario que haya un gran apoyo, tanto económico como "moral", hacia compañías como la suya y agradece el trato y reconocimiento que está recibiendo por parte de la Comunidad de Madrid.

A pesar de ello, recuerda que nunca "hay demasiada danza", y que su sueño es que en las grandes ciudades españolas haya un teatro con una programación estable de danza, como sucede en otros lugares de Europa.

Ullate, que en breve recibirá el Premio Positano, en Italia, por su labor como docente, explica que ante todo hay que ser un intérprete y no solamente un bailarín, y que para ello se necesita "dedicación".

Él fue el maestro de la "hornada de oro" del ballet español, unos niños que tenían "algo especial" y que cuando los ve le "tocan las entrañas" y consiguen hacerle llorar de emoción, relata.

Unos jóvenes que cuando estaban en su escuela le hacían pensar en su responsabilidad como docente, ya que "como se les enseña, así bailarán después", precisa.

"Es un regalo que estos bailarines hayan pasado por mis manos, doy gracias a la vida por ello", declara con emoción.

El zaragozano a sus 69 años sigue hablando con pasión de lo que ha sido y es su vida, la danza, un arte para él sin parangón y que es "su forma de expresarse".

Este artista y "espíritu joven", desde hace 16 años también tiene su propia fundación con la que busca promover la danza entre niños con escasos recursos económicos. Un proyecto que nació cuando estaba sobre una mesa de operaciones y dice que pensó: "No puedo morir sin hacer el sueño de mi vida, que es ayudar a los niños más necesitados", concluye.