Un año sin Luis García Berlanga y parece que fue ayer
Su vida cinematográfica, "libertaria e individualista", como él solía definirla, le llevó a obtener numerosos galardones
Hace un año que Luis García Berlanga murió "de mayor" y "tranquilamente", doce meses para recordar su ausencia, que no su olvido, porque Berlanga, y el universo berlanguiano, sigue tan de actualidad como su "¡Bienvenido Mr. Marshall!", sátira llena de humor negro en los años cincuenta y hoy, casi premonitoria.
Berlanga falleció el 13 de noviembre de 2010 y recibió el último adiós de sus familiares, amigos y compañeros de profesión en la sede de la Academia de Cine, una institución que recuerda estos días al maestro con testimonios de representantes del mundo del cine que pueden leerse en su página web (www.academiadecine.com).
"Querido Luis: Me parece que esto es lo último que te escribo. Aquí las cosas están fatal: los mismos chorizos, los mismos fantasmas... pero más. No saldremos un poco adelante hasta dentro de tres o cuatro años. Siempre te he dicho que hiciste muy bien en marcharte", escribe Amparo Soler Leal.
Desde este mismo foro, Santiago Segura reclama que el cine de Berlanga sea "asignatura obligatoria" en los programas escolares y Javier Gurruchaga recuerda su participación en la última película del maestro y proclama que "Don Luis aún vive".
"¡Bienvenido, Mr. Marshall!", con guión de Juan Antonio Bardem, Berlanga y el dramaturgo Miguel Mihura, fue tal vez su imprescindible tarjeta de presentación, o recordatorio, o simplemente, su mejor película: una farsa aderezada con una crítica esperpéntica sobre la realidad de España que ya entonces traspasó fronteras geográficas y hoy es una metáfora inmortal.
Sus películas "Novio a la vista" (1953); "Calabuch" (1956) y "Los jueves, milagro" (1957) también son de esa época, aunque faltaban por llegar otras dos de las mejores: "Plácido" (1961) y "El verdugo" (1963).
También por entonces, Berlanga se convirtió en editor de la mítica colección de literatura erótica "La sonrisa vertical" y siguió con su cine: "Tamaño natural", protagonizada por el monstruo del cine francés Michel Piccoli (1973) y "La escopeta nacional" (1977), una ácida y original denuncia de la corrupción del poder, que hoy podría ilustrar muchas situaciones actuales.
Le siguieron, en 1981, "Patrimonio nacional" que fue elegida para representar a España en los Oscar; "La vaquilla" (1985), y "Moros y cristianos" (1987).
En 1993, "Todos a la cárcel" fue reconocida con tres Goyas (película, director y sonido) y, el propio Berlanga, como el mejor director para el Círculo de Escritores Cinematográficos.
Y en 1999 rodó su última película "París-Tombuctú", que obtuvo el Premio de la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica (Fipresci), aunque su última aparición pública fue el 19 de mayo de 2010 en la inauguración de la sala que lleva su nombre en Madrid, en el antiguo cine California.
Enfermo de Alzheimer, acudió en silla de ruedas y, a pesar de "no hablar ni casi conocer a nadie", según el testimonio del director Manuel Gutiérrez Aragón, consiguió emocionar a los presentes al levantar su mano y dibujar unas lágrimas cayendo por su cara.
UNA CARRERA REPLETA DE GALARDONES
Su vida cinematográfica, "libertaria e individualista", como él solía definirla, le llevó a obtener numerosos galardones: Premio Nacional de Cinematografía (1981); Medalla de Oro de Bellas Artes (1983); Príncipe de Asturias de las Artes (1986); Premio Ojo Crítico Especial (2000), y la Medalla Internacional de las Artes de la Comunidad de Madrid (2003), entre otros.
Murió siendo Hijo Predilecto de la ciudad de Valencia, donde nació el 12 de junio de 1921 y habiendo recibido homenajes del Festival Internacional de Cine Erótico de Barcelona (2006), de la Academia de Cine (2007), y de la Mostra de Valencia (2009).
Autor queridísimo por el público, traspasó las fronteras españolas con su cine correoso y divertido y regaló un puñado de obras maestras que lo convirtieron, según la actriz Concha Velasco, brillante protagonista de "Paris-Tombuctú", en "uno de los tres directores más grandes de la historia del cine junto a Federico Fellini y Billy Wilder".
Fetichista y desvergonzado, inteligente y original creador de imágenes y guiones corrosivos, fue ante todo el cronista y la conciencia de un país que aún arrastraba los traumas de una guerra, y su cine fue una manera de hablar y de plantar cara al absurdo de la vida con un particular sentido del humor, muchas veces, negro.
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