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Frío en el termómetro (inesperados 16 grados a las puertas del verano) y cierta actitud destemplada también entre el público es lo que se ha encontrado The Who en la inauguración del nuevo festival madrileño Mad Cool, que hoy ha celebrado la primera de sus tres jornadas en Madrid.

No extrañan así las bromas de algunos asistentes sobre el nombre del evento, de Mad Cool ("Mad fresco") a Mad Cold ("Mad frío"), incluso Mad Pool ("Mad piscina") por el informe municipal que alertaba hace semanas (antes de realizar unos estudios más concienzudos) de que el escenario principal podría acabar desplomado en el estanque sobre el que se erige.

Lo que ha quedado claro, no obstante, es que había ganas de una propuesta colosal como esta en la capital española, no tanto de platos gourmet saboreados aisladamente y con fruición, como de la idea de un gran banquete en el que picar y empacharse de propuestas musicales de lo más diverso, aptas para todo los paladares.

Más de 34.200 personas, según cifras de la organización, han asistido este jueves a su histórica apertura en el normalmente desangelado espacio de La Caja Mágica, preparado para recibir a un máximo de 40.000 asistentes por día tras cambiar las raquetas del Másters de Tenis por las guitarras.

Estos pioneros transeúntes del Mad Cool han sufrido los problemas de organización que acompañan la apertura de un festival de esta magnitud, sobre todo por culpa de las pulseras "cashless" que se concibieron para gestionar más fácilmente los accesos y consumos dentro del festival, pero que al final han provocado también una larga cola de incidencias.

En lo estrictamente musical, meollo fundamental del asunto, el rol de gran gancho inicial parecía recaer sobre la veterana banda The Who. Así parecía por sus credenciales y por el arremolinamiento en torno al escenario principal (uno de los seis dispuestos).

No obstante, a medida que avanzaba el show, se hacía cada vez más patente la desconexión del público situado más allá de las primeras filas, a no ser que sonaran clásicos como "Who are you" ("la canción de CSI", se oía decir) o "My generation" (quizás no la presente).

No será, sin embargo, porque Roger Daltrey y Pete Townshend no hayan puesto buena carne en el asador. Ellos mantienen el tipo y el repertorio se hacía querer, con un recorrido por 60 lustrosos años de carrera, desde "The Kids Are Alright" hasta "Love, Reign o'er Me", de su ópera rock "Quadrophenia", sin olvidar "Baba O'Riley" (otra de "CSI"), ya en las postrimerías del concierto.

Más se ha saltado sin embargo con el concierto de los españoles Lori Meyers, justo antes, o con el que les ha tomado el relevo, el de Garbage, con la vocalista Shirley Manson más desinhibida, con su cabello rosa y su energía puesta al servicio de "Stupid girl", "I think I'm paranoid" o "Cherry lips".

Al término de este concierto, traspasada la medianoche, lo que quedaba claro, no obstante, es que gran parte del atractivo del festival se ha producido "indoor", es decir, en alguno de los tres escenarios cubiertos, cuyo aforo se completaba a la mínima de cambio.

Ha sucedido, por ejemplo, con The Kills, pese a estar lastrados de partida por la difícil acústica de la pista central de La Caja Mágica. Frente a las dificultades, Alison Mosshart ha hecho una exhibición de magnetismo rock, entre golpes de pelo y sacudidas eléctricas.

Tampoco les ha ido mal a Los Nastys o a Django Django, que han convertido su concierto en una auténtica fiesta.

La jornada había de dar aún más música, por ejemplo la del grupo británico Editors o la de los españoles Vetusta Morla, programados más allá de las 2 de la mañana como reclamo infalible para retener al público en el festival hasta el cierre y convertir este jueves en un "juernes" de música.