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"En un mundo de fugitivos, el que transita el justo camino parece huir", dijo John Milton más de tres siglos antes de que "la mayor banda de rock alternativo del mundo", Red Hot Chili Peppers (RHCP), emprendiera una particular "huida" que en España devino en el más colosal de los embates.

En la primera de sus cuatro incursiones en más de un lustro en estas tierras, huyeron los californianos de algunos de sus grandes éxitos (no sonaron Under the bridge u Otherside, por poner un par de ejemplos), igual que habían evitado en su actual disco, The getaway (la huida, en castellano), de su productor fetiche, Rick Rubin.

ANTE 15.000 ALMAS

Y a pesar de ello, el veterano cuarteto -con más de 30 años de carrera a su espalda- se mostró infalible una vez más en directo, revalidando la fama que les precede y tejiendo en el Barclaycard Center de Madrid un ataque al corazón de las 15.000 almas que les rodeaban y que acabaron volcados con su causa.

Las premisas de partida, todo hay que decirlo, no eran nada malas: el undécimo álbum de su carrera, el que justificaba esta gira, tiene casi asegurado un puesto entre los 15 más vendidos del año con el millón de copias despachadas en todo el mundo. Ante su concierto solo hizo falta una hora para que se vendieran todos los pasaportes que garantizaban el viaje a esa California crepuscular a la que los RHCP desean que "descanse en paz".

Pasadas las 21,30 horas saltaba al escenario el bigardo Chad Smith, enfundado en un mono azul, para calzarle los cascos desde la batería a la cabalgata de Flea y Josh Cliffhanger al bajo y la guitarra, respectivamente, raudos, potentes, con el paso no de quien huye, sino de quien se lanza firme hacia el adversario.

Afianzada la línea de ataque, irrumpe Anthony Kiedis, el capitán que se niega a envejecer, con sus bermudas de colores y su gorra, y se arranca con Can't stop, en un claro augurio de que esta será una noche apoteósica.

"¡Hola, Madrid! ¡Mucho gusto, mucho amor!", gritan en español, y los presagios se confirman con Dani California, en medio de un cielo compuesto por cientos de lámparas incandescentes y sinuosas que se descuelgan como un mar de arañas sobre las cabezas del respetable.

INICIO DE INFARTO

El comienzo de infarto se completa con Scar tissue y Flea (la pulga) salta entre las cuerdas de su bajo para subrayar el componente emocional y melancólico de la canción, uno de sus mayores éxitos.

La entrada del material nuevo, lejos de suponer una desbandada, motiva al público, que recibe con palmas cada vez más aceleradas y emoción creciente el largo arranque de Dark necessities, primer sencillo de The getaway, lo que lo confirma como un clásico en potencia, aún más poderoso y dinámico en vivo.

Suenan temas de sus primeros tiempos, cuando el funk, el metal y los versos más rapeados se imponían con fuerza, pero también cortes de sus últimos álbumes, como Ethiophia, momento en el que Kiedis y Flea, como requieren los cánones de RHCP, se desprenden de sus camisetas para exaltar su brío físico.

Se produce entonces otro de los grandes momentos de la velada, cuando 15.000 almas son bañadas por los tonos malvas y rojizos de atardecer en la Costa Oeste y responden al unísono, brazos en alto, a la llamada de Californication. Go robot, otra de las nuevas, se convierte en un despiporre de pop, psicodelia y doble ración de guitarras, que deja el terreno a punto para los saltos y contorsiones de Suck my kiss, una de las antiguas.

CLÍMAX

Pero es tras la rareza de Soul to squeeze (que formó parte de la BSO de Los caraconos) cuando llega el auténtico clímax. Épico, apabullante, irrumpe como un cañón By the wa", con sus giros dramáticos, entre la languidez doo-wop del estribillo y los guitarreos espasmódicos que le siguen. El techo de lámparas parece reproducir una tempestad y el Barclaycard Center cae rendido.

Solo queda recoger las armas. En los bises, Flea aún tiene tiempo para celebrar la marcha con una de sus piruetas. Suena el reciente "Goodbye angels" contagiado aún por la fuerza de la detonación previa y, por fin, las vívidas salvas de Give it away.

"Llévatelo, llévatelo, llévatelo ahora", proclaman, mientras el público de Madrid pareciera huir, cuando en realidad emprende su "justo camino" a casa a celebrar esta noche y que mañana habrá más Chili Peppers en la ciudad y, el fin de semana, en Barcelona.