Magia y sueño inundan el Real en la versión de la CND de "El Cascanueces"
"El Cascanueces" cobra vida de nuevo con la versión "personal" de la Compañía Nacional de Danza, que esta noche ha demostrado su virtuosismo en el Teatro Real con una función en la que ha destacado la magia del primer acto y el sueño del segundo, enmarcada en una discreta escenografía y un distinguido vestuario.
Tras su estreno absoluto el pasado 26 de octubre en Pamplona, la compañía ha traído al Teatro Real "El Cascanueces", segundo gran título de ballet clásico que realiza bajo la dirección de José Carlos Martínez, tras estrenar en 2015 en el Teatro de la Zarzuela "Don Quijote".
Con la Orquesta Titular del Teatro Real en el foso y el director Manuel Coves al frente, la versión de Martínez ha brillado más en su segundo acto que en el primero, especialmente en los solos de el Príncipe y el Hada de Azúcar, interpretados con virtuoso formalismo por Ángel García Molinero y Haruhi Otani, respectivamente, y en el "Vals de las flores", que ha arrancado sendos aplausos.
Basado en el libreto de Marius Petipa, inspirado a su vez en el cuento de E.T.A Hoffman, "El Cascanueces" es como ya dijo Martínez en su presentación "un espectáculo para niños y adultos" que recrea los viajes que en sueños hace la protagonista, Clara, en una noche de Navidad en la que sus muñecos cobran vida.
Martínez ya advirtió que se trataba de una versión "completamente nueva" y así ha sido, ya que en el primer acto, el árbol de navidad ha sido sustituido por unas gigantes bolas doradas, que han estado casi omnipresentes durante el espectáculo como elementos fundamentales de una escenografía sobria y discreta realizada por Mónica Boromello.
Ante la puesta en escena poco recargada, ha contrastado la elegancia y finura del vestuario realizado por el figurinista Iñaki Cobos, que ha creado más de 140 trajes para la ocasión, inspirados en la moda de comienzos del siglo XX.
Precisamente, ese ha sido otro de los cambios de este "Cascanueces", que esta vez desarrolla la acción en 1910, lo que acentúa el contraste del realismo burgués de la fiesta familiar inicial con el sueño de Clara, en el que se ha dado rienda suelta a la fantasía a través de imágenes maravillosas plasmadas en danzas de diferentes países, guerras entre soldados y ratones y reinos de nieve y azúcar.
Interpretada por la siempre sonriente Cristina Casa, Clara ha llevado a los espectadores a un mundo de ensueño, en el que el elenco de bailarines, todos integrantes de la CND, han demostrado su eficacia y talento con sus fuettés y portés en los que Casa parecía danzar en el aire, tanto en los brazos de Cascanueces (Alessandro Riga) como en los de Drosselmeyer (Ion Arrigetxe).
Un público moderado en el primer acto, ha recibido con sorpresa el número de ilusionismo realizado por Drosselmeyer, que en mitad de la fiesta burguesa ha convertido sus guantes en un pañuelo, ha hecho levitar un bastón y desaparecer un cuenco con agua y ha jugado con Arlequín y Colombina (Lucie Barthelémy y Benjamin Porier), en uno de los momentos más divertidos de la función.
La magia de Drosselemeyer, la danza contemporánea de los ratones y el ballet clásico de las bailarinas del Reino de las Nieves del primer acto han despertado tímidos aplausos entre los asistentes, que se ha mostrado mucho más animados en el segundo acto, especialmente en las danzas de diferentes países, en la que los bailarines han sido aplaudidos tras cada intervención.
A la danza española, realizada por Antonio Pérez, le han seguido una sensual danza árabe, luego una alegre danza china y finalmente una tradicional danza rusa, antes de comenzar "El vals de las flores", uno de los momentos que más ha celebrado el público, que ha aplaudido fuertemente la interpretación de García Molinero y Otani.
Una vez acabada la función el público ha ovacionado a los artistas durante más de cinco minutos y algunos de ellos han lanzado mensajes como "qué bonito" o "maravilloso", mientras que algunos de los niños asistentes en la sala simplemente miraban boquiabiertos el escenario.
Cuando Martínez se hizo cargo de la dirección de la CND, hace ya ocho años,la compañía llevaba 25 años sin ponerse las zapatillas de punta. Ahora demuestra, tras su segundo espectáculo clásico que sus bailarines tienen una técnica depurada que engancha al público y que, como dice el coreógrafo, tienen el nivel "suficiente" para poder representar obras como "Giselle" o "Un lago de los cisnes", con la que quizás nos sorprendan en un futuro.
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