El Museo de Colecciones Reales, un gran cofre de granito para guardar los tesoros de Patrimonio Nacional, nace con la vocación de convertirse "en uno de los tres museos madrileños más importantes" y de llegar incluso a la categoría de su hermano, el Prado.
Así lo expresó a Efe el arquitecto Emilio Tuñón, responsable del proyecto que albergará uno de los patrimonios más ricos del mundo, gran parte del cual no ha sido mostrado hasta el momento.
En el año 2016 está previsto que abra las puertas un museo cuya andadura ha sido lenta aunque su construcción ya estaba prevista en un decreto que contemplaba la Fundación del Museo de Armas y Carruajes, emitido en 1936 por el Gobierno de la II República, presidido por Manuel Azaña.
Desde entonces ha habido dos concursos. Uno en 1999, fallido, y otro en 2003, que fue el que ganó el estudio de arquitectura de Luis Moreno Mansilla y Emilio Tuñón, quienes comenzaron en el 2006 las obras.
Esta prolongación en el tiempo ha sido favorable en opinión de Emilio Tuñon, para quien el trabajo se ha desarrollado "sin grandes parones ni acelerones. El tiempo es muy interesante en las obras arquitectónicas y en este caso ha jugado a nuestro favor. Ha actuado como un material de construcción más y nos ha permitido repensar algunas cosas".
Uno de los aspectos que el paso de los años ha permitido considerar es la distribución museográfica. En un principio se tenía claro mostrar de forma separada la colección de tapices -la mejor del mundo- la de carruajes y el resto de las piezas.
"Los estudios han avanzado, algunos conservadores han cambiado, se ha progresado y se han probado nuevas formas de explicar las piezas y la historia de una manera más integral", explica Tuñón. Estos cambios no supondrán ningún problema ya que se trata de "una construcción muy neutra".
En total son 50.000 metros cuadrados construidos. El edificio ocupa 40.000 de ellos: 20.000 para almacenes y 20.000 públicos, en los que están incluidos los 3.000 metros cuadrados de cada una de las salas expositivas, así como los del vestíbulo, la biblioteca, el auditorio, la tienda y la cafetería, que contará con una terraza al aire libre en la que uno de los muros es la Catedral de la Almudena.
Durante el tiempo transcurrido desde el inicio de las obras, Emilio Tuñon ha sufrido la muerte de su socio Luis Moreno Mansilla, que falleció el pasado febrero en Barcelona. "Después de haber trabajado tantos años aquí, me da mucha pena que mi socio no lo pueda ver. Además, ahora estamos en la parte más sencilla".
El edificio, por una parte, enlaza con cierta arquitectura neoclásica muy estricta de la construcción, de lo tectónico, del peso de la gravedad, "pero por otra, y debido a las dimensiones del lugar, a los alrededores y a sus contenidos, acaba siendo una arquitectura muy moderna, muy contemporánea".
Con un presupuesto de 150 millones de euros, "lo que sale a 3.000 euros por metro cuadrado, una cantidad estándar para un museo", se trata de una tipología de museo descendente, pero invertido. "La gente cogerá el ascensor-habilitado para 80 personas- para bajar e irá subiendo a las diferentes plantas a través de amplias rampas.
Muros de grandes dimensiones, pilares de piedra de granito y suelos de granito nacional "lo que supone un importante ahorro", grandes ventanales desde los que se pueden contemplan los Jardines del Moro y por los que se filtra la intensa luz de Madrid, e interiores en hormigón blanco.
Todo ello forma un contenedor que los arquitectos han querido tuviera vocación de austeridad y discreción, "frente a un contenido fantástico".
Nacido para "estar al nivel del Museo del Prado", en la construcción del Museo de Colecciones Reales ha habido "sorpresas" que han retrasado la construcción pero que han enriquecido su discurso. Así, los restos arqueológicos encontrados durante las obras serán expuestos al público, convirtiendo el espacio donde se encuentran en zonas didácticas.
En la primera de ellas se explicará los orígenes y el crecimiento de Madrid a través de los restos hallados del alcázar islámico, de la alcazaba y del Alcázar de Felipe II y Carlos V, algunas construcciones del siglo XVII, canalizaciones del XVIII y un enterramiento visigodo. "Es como un palimpsesto en el que se superponen los diferentes textos".
En otra de las salas se podrán contemplar los restos de un yacimiento carpetano, "que habla de un asentamiento anterior al del alcázar islámico", señala el arquitecto, así como la muralla y el caserío que está dentro de la muralla.
Durante el tiempo que resta hasta su inauguración, a Emilio Tuñon le gustaría convencer a los responsables para que el público finalizara la visita saliendo por los Jardines del Moro, "integrando este jardín romántico en el recorrido".
Como "otro museo" define Tuñón los espectaculares almacenes que acogerán las piezas que no se exhiban, lo que permitirá liberar los espacios del Palacio Real en los que actualmente se encuentran.
"Estos espacios liberados se destinarán a oficinas y a salas para exposiciones temporales, ya que estas seguirán organizándose en el Palacio", comentó el responsables de los trabajos del museo que abrirá sus puertas en 2016.