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Más allá del bien o del mal y a falta de alguna prueba más de que, como se autoproclamó, Noel Gallagher "es un genio como Dios", el británico se ha lucido hoy en Madrid con un concierto sólido, cuando menos resultón y deudor de Oasis, pero sin abusar de concesiones fáciles pese a los deseos del respetable.

Ha sido en medio de una gran afluencia de compatriotas entre las 1.800 personas (cifras de la organización) que agotaron en un abrir y cerrar de ojos las entradas y que han disfrutado en La Riviera con las dos decenas de canciones interpretadas.

No ha habido lugar para las sorpresas, pues han sido exactamente las mismas que el músico ha presentado en sus conciertos previos en Australia, antes de acudir a la capital española para arrancar la gira europea de promoción de "Chasing yesterday", su segundo disco en solitario junto a su banda High Flying Birds.

A pesar de ello, Gallagher se pasa las convenciones musicales por Trafalgar Square y arranca el show con un tema vigoroso, "Everybody's on the run", que pertenece a su anterior álbum, y tira en la mitad del repertorio de cortes que proceden de su época como factótum de Oasis.

Eso no significa que este sea un concierto que apele a una fórmula fácil para el triunfo, ya que, exceptuando la baza de "Champagne Supernova" o los bises con "Wonderwall" y "Don't look back in anger", los temas escogidos dejan clara la fuerte y singular concepción artística del mayor de los dos Gallagher famosos.

Ya podían desgañitarse sus seguidores coreando la letra de "Live forever" hacia el tramo final, cuando pasaban los minutos y no sonaba ni esta ni otras de las más conocidas. Él ha seguido a lo suyo, como había estipulado, hasta contentarles con un cierre que sí contenía dos de los cortes claves de su carrera, imprescindibles por otro lado para que este fuese un concierto satisfactorio.

Aún así, aunque Oasis sigue pintando mucho en la vida de Noel Gallagher (en breve estrenará un documental sobre el grupo y, al fin y al cabo, él compuso esos hits), su etapa actual también reúne cualidades reseñables.

El segundo corte, "Lock all the doors", el primero en sonar de su nuevo álbum, aviva aún más la energía del arranque, con cierta querencia al pop punk noventero de Green Day, mientras que con "In the heat of the moment" se luce el trío de viento metal que lleva consigo en esta gira y con "Riverman" lo hacen las cuerdas.

El recuerdo de Oasis irrumpe entonces con "Talk tonight", la canción que compuso en una de sus varias estampidas lejos de su hermano Liam, antes de la definitiva que, en 2009 y tras un célebre altercado en París entre ambos, puso fin al grupo.

El punto musical británico y pizpireto llega después con "The death of you and me", al que sigue la jovialidad de "You know we can't go back", calentando sabiamente el ambiente para que estalle (con esa pandereta previa tan característica) "Champagne supernova", en una llamada a la camaradería que lleva impulsivamente los brazos sobre los hombros del de al lado.

Dice Gallagher, amante reconocido de The Beatles, que el éxito de sus canciones radica en que compone como "un fan". ¿Lo será de Duran Duran, como parece indicar el rock místico y espacial de "The dying of light"?.

De Oasis suenan después "Sad song", "D'Yer Wanna Be a Spaceman?" y "Digsy's dinner" (todas del seminal álbum "Definitely maybe"), además de las caras B "Half the world away" y "The masterplan", con las únicas irrupciones entre medias de los más actuales "If I had a gun" y la roquera "The mexican".

Así llegan los bises, primero con una versión de "Wonderwall" un tanto desganada, más rapeada que cantada, que por primera vez en toda la velada hace que se eche de menos al vocalista original, Liam.

"AKA... What a life!" precede entonces al gran final, la que sí suena colosal, apoteósica, emblemática, pura historia de los años 90 y de la música, "Don't look back in anger", y que hace a La Riviera estallar de júbilo, a la espera de que el Sant Jordi Club de Barcelona lo haga mañana de nuevo.