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La ciudad ideal que concibió y diseñó el artista holandés Constant, Nueva Babilonia, estaba habitada por nómadas liberados de trabajar, dedicados a vivir en libertad y desarrollar su potencial creativo, y ahora se puede volver a soñar con ella gracias al Museo Reina Sofía.

Se trata de la mayor exposición dedicada a este proyecto, en el que Constant trabajó de 1965 a 1974 no como un concepto utópico sino como un nuevo orden mundial que defendió como necesario cuando se presentó a unas elecciones por el movimiento izquierdista holandés Provo.

Concibió a los neobabilonios como habitantes de una estructura laberíntica sustentada por pilares; ellos vivirían en la parte superior, mientras que el tráfico y los procesos productivos, totalmente automatizados y a cargo de robots, se desarrollarían abajo.

Los habitantes de Nueva Babilonia no tendrían una vivienda fija, serían nómadas como lo eran los gitanos que le impresionaron durante su estancia en Alba (Italia) en 1956 y que fueron el detonante del esa ciudad que plasmó en maquetas, cuadros, fotografías, collages y textos que se exhiben desde mañana y hasta el 29 de febrero de 2016 en el Reina Sofía, junto a obras anteriores y posteriores del holandés.

Buena parte de ellas proceden del Gemeentemuseum Den Haag, cuyo director, Benno Temple, ha reivindicado hoy en la presentación de esta muestra la vigencia de las obras de Constant (Amsterdam, 1920 - Utrecht, 2005) tanto de las que dedicó a los gitanos, impactado por sus deficientes condiciones de vida pero también por su libertad y su cultura, como de Nueva Babilonia.

"No puedo pensar sino en los refugiados que llegan a Europa. Esta exposición muestra la importancia actual de las ideas de Constant: que las personas se muevan por el mundo, en libertad, sin lugares fijos para vivir, desarrollando su creatividad", ha apuntado.

El director del Reina Sofía, Manuel Borja-Villel, ha añadido que aunque al artista holandés se le tachó de utópico, "Constant. Nueva Babilonia", "prueba lo contrario, prueba su optimismo y sus deseos de transformación".

Detrás de esta muestra de 150 piezas hay un trabajo de investigación que ha evidenciado los lazos del autor con España -tocaba la guitarra española con virtuosismo y adaptó planos de Sevilla y Barcelona al concepto de su ciudad de libertad y creatividad- y también de reconstrucción de algunas de sus obras.

Uno de los motivos que hacen única esta exhibición es precisamente que las obras son "tremendamente frágiles y apenas viajan fuera de los Países Bajos; se crearon cajas especiales para empaquetar los modelos, que han llegado en estado perfecto, lo que nos ayuda a pensar en nuevos proyectos en el futuro", ha apuntado Doede Hardeman, que la comisaría junto con Laura Stamps.

De Constant, "ese gran conocido y desconocido artista" en palabra de Borja-Villel, de planteamiento "muy radical para el MOMA de Nueva York, quizá por sus ideas comunistas", revela Temple, se enseñan también cuadros de su etapa en CoBrA (1950 y 1951), alusivos a la violencia devastadora de la II Guerra Mundial y a la Guerra de Corea, que se desarrollaba en ese momento.

La guerra y sus consecuencias son una constante en la obra del holandés, quien cuando renunció a implantar su Nueva Babilonia, la convirtió en un lugar asolado por la violencia y el expolio, tras lo que en la década de los setenta y primeros ochenta la pintó como marco de escenas tradicionales, también presentes en las salas del Reina Sofía.

Un museo en el que echó en falta su obra cuando lo visitó hace 15 años con su mujer, Trudy van der Horst, responsable de la Fondation Constant, quien ha confesado su admiración por un artista "radicalmente comprometido con su vocación de crear (...) que estaría muy orgulloso de esta exposición".