Oreja para Fandiño y Perera con una 'mansada' de Pereda en Guadalajara
Una oreja cada uno pasearon los diestros Miguel Ángel Perera e Iván Fandiño en la ya tradicional Corrida de Primavera de Guadalajara, una tarde, a pesar de los trofeos, de muy poco contenido por culpa del manso y muy deslucido envío de los dos hierros de José Luis Pereda.
FICHA DEL FESTEJO
Toros de José Luis Pereda, primero, tercero y quinto con el hierro de La Dehesilla, de muy desiguales hechuras, con cerca de 100 kilos de diferencia entre los 439 del que abrió plaza y los 532 del último, descastados, incómodos y en el límite también de las fuerza, muy deslucidos en conjunto.
Francisco Rivera Ordóñez "Paquirri", de frambuesa y oro: pinchazo y estocada (silencio); y estocada contraria (silencio tras leve petición de oreja).
Miguel Ángel Perera, de grana y oro: tres pinchazos, media tendida y descabello (silencio); y media arriba (oreja).
Iván Fandiño, de berenjena y oro: estocada (oreja con petición de la segunda); y tres pinchazos y otro más infame en los costillares (silencio tras aviso).
En cuadrillas, impecable brega de Javier Ambel al quinto, al que colocó dos buenos pares de banderillas Curro Javier.
En la enfermería fue atendido Miguel Ángel Perera de un corte en el labio, que se produjo con su propio estoque al entrar a matar a su primero.
La plaza registró dos tercios de entrada en tarde soleada y progresivamente fresca.
GÉLIDA PRIMAVERA ALCARREÑA
No era la corrida que se merecía Guadalajara, su afición siempre fiel y amante como pocas de la fiesta e los toros. Y no lo era, precisamente, por la falta de toros, ayunos de cualquier ápice de casta por no contar también la muy desigual presentación del conjunto de la corrida de los dos hierros de José Luis Pereda.
Y por este motivo, y a pesar de la oreja que lograron cada uno Miguel Ángel Perera e Iván Fandiño, la tarde no fue para tirar cohetes, todo lo contrario, fue más bien una gélida primavera alcarreña.
Discreto y sin decir gran cosa anduvo Paquirri con el primero de corrida, toro muy medido de raza y fuerzas con el que no se le vio nada cómodo y al que se limitó a pasar con más o menos facilidad pero sin llegar a estructurar nada del otro mundo.
En el cuarto sacó a relucir Paquirri su versión más populista, banderillas incluidas, para, al abrigo de los tendidos de sol, tratar de calentar sin éxito una faena de muchas precauciones y vacía de contenido ante otro un toro muy justo también de todo.
El primero de Perera fue un toro tan feo de presencia como deslucido en esencia. Un animal destartalado, sin casta ni recorrido alguno, siempre al paso, frenándose al mitad del muletazo y saliendo a su aire. Difícil papeleta para el extremeño, que lo intentó de mil formas sin lograr sacar nada en claro.
El quinto aparentó mejor condición, mas fue el tuerto en el país de los ciegos, pues duró también un suspiro, lo justo para permitir a Perera mostrar su sentido del temple en una faena intermitente en la que, no obstante, hubo muletazos sueltos de bella factura.
Pero la falta de empuje y de continuidad del astado en sus embestidas hizo que aquello tampoco llegara a despegar lo deseado, pero el empeño, la seguridad y la suficiencia del pacense durante toda la lidia hizo que, tras media estocada en todo lo alto, obtuviera un trofeo.
No tuvo tampoco demasiada tela para cortar Fandiño con su primer toro, otro manso e incómodo ejemplar de La Dehesilla con el que, no obstante, anduvo muy voluntarioso el de Orduña, aguantando arreones y tarascadas por el derecho para acabar toreando con mejor apostura por el izquierdo.
Faena de compromiso y de menos a más de Fandiño, muy por encima de las circunstancias y conectando también mucho con los tendidos a pesar de que el nivel artístico fuera también más bien discreto. Pero la actitud y la entrega que puso contó mucho para que, tras unas eléctricas manoletinas y una gran estocada, le fuera concedida una oreja.
Al sexto había que provocarle una barbaridad para que tomara los engaños, y Fandiño, afanoso y tenaz a partes iguales, lo consiguió por momentos, no sin esquivar también algún "gañafón" de su bruto y áspero antagonista, con el que acabó atascándose de mala manera con los aceros.
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