Dos toreros muy del gusto de Madrid se batían en duelo en la tradicional goyesca del 2 de mayo, una cita muy taurina en la capital, que concitó a cerca de 12.000 aficionados en los tendidos de Las Ventas. A la expectación creada respondieron los toreros. El diestro Paco Ureña terminó cortando una oreja al valor y a la pureza. Las Ventas y Sevilla son los argumentos de nuestra crónica taurina.
El diestro Paco Ureña cortó una oreja en la tradicional corrida goyesca del 2 de mayo en Las Ventas, premio labrado gracias a la pureza de sus formas y al valor que también demostró ante un toro difícil por orientado de Victoriano del Río.
A la expectación creada respondieron los toreros con muy buena actitud durante toda la tarde pese a la falta de toros propicios. Los dos, quede dicho, aunque al final fuera Ureña el que se llevara el gato al agua con una oreja del marrajo y orientado sexto, con el que tragó quina para lograr el ansiado trofeo. Un triunfo que tenía que llegar por lo civil o por lo penal.
Pues fue este sexto un toro que desarrolló, y mucho, a mitad de faena, momento en el que Ureña, jugándose las femorales, se metió entre los pitones para, si bien no poder robarle ni un solo pase en condiciones, demostrar, al menos, que venía dispuesto a lo que fuera para lograr el objetivo.
Pero antes hubo también toreo del bueno, desde el "cartucho del pescao" con el que inició faena a tres tandas por el izquierdo de exquisita pureza por la manera de colocarse, de hacer los cites y de embarcar al astado en la muleta. Pero al cambiar de pitón el toro desarrolló unas aviesas intenciones que hicieron que se convirtiera en un animal totalmente diferente.
Pero ahí estuvo el "tío", sin volver la cara para jugarse el tipo a carta cabal, de ahí que, tras la estocada, no importara lo mucho que tardara en doblar el "victoriano" para la concesión de la celebrada oreja.Y, aunque nada pudo hacer con el inválido segundo, de Salvador Domecq, sin embargo, ya había rayado a buen nivel Ureña con el mansurrón cuarto, de José Vázquez.
Es verdad que tardó en cogerle el aire, pero cuando lo hizo, con la pañosa sobre la izquierda, brotaron tres series de naturales con un empaque, una prestancia, una despaciosidad y una naturalidad, simplemente deliciosas. Lástima que lo acabara estropeando todo con el descabello.
Urdiales tuvo poca tela que cortar en su primero, toro noble y de escasa raza, que, además, embestía descompuesto y quedándose cada vez más corto hasta pararse por completo.
Lo mejor aquí fueron unas ceñidas gaoneras a cargo de Ureña en su turno de quites y la réplica posterior de Urdiales por chicuelinas, ya que, muleta en mano, el riojano nada más que pudo extraer pases sueltos, algunos muy buenos al natural, dentro de una labor a la que le faltó unidad y, sobre todo, continuidad.
El veleto tercero, de José Vázquez, "cantó" pronto su condición de manso. Berreón y a la defensiva, no quiso pelea en varas, poniéndose también a escarbar durante varias fases de su lidia para acabar emplazándose en la querencia.
Pero algo le vio Urdiales para brindar su muerte al público, y, tras unas probaturas por el derecho un tanto difusas, lograría finalmente el de Arnedo pasajes de muy buena firma al natural en una faena de menos a más, y aderezada con remates de exquisito aroma.
La gente estaba con él, tenía la oreja en la mano, pero la espada esta vez no fue su aliada.
Y el sexto, de Victoriano del Río, fue un animal de desclasada movilidad, sin humillar y echando la cara arriba al final de sus insulsos viajes. Aquí Urdiales, sin acabar tampoco de verlo claro, no pasó de discreto.