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Ricardo Darín lleva a la pantalla uno de los episodios más oscuros de la dictadura argentina, los llamados vuelos de la muerte, en el filme Capitán Kóblic, donde interpreta a un piloto "fugitivo" y "atormentado" por el peso de esa tragedia en la que se vio implicado.

"Es un tema muy áspero y doloroso que en Argentina aún no ha cicatrizado", ha asegurado a Efe el actor durante la promoción en Madrid del filme, dirigido por Sebastián Borensztein y que se presentó oficialmente en el pasado Festival de Málaga.

Kóblic es un oficial de la Armada, a punto de jubilarse, que se ve obligado a pilotar uno de esos fatídicos vuelos con los que la dictadura militar (1976-1983) se deshacía de sus opositores, drogándoles y lanzándoles al mar desde un avión.

Darín descarta que su personaje tenga nada que ver con Adolfo Scilingo, el exmarino argentino que desveló la existencia de esos vuelos en 1995 y que cumple condena en España por delitos de lesa humanidad cometidos en Argentina. "Lo de Scilingo fue diferente, un arrepentido que negoció y que en función de esas negociaciones confesó participaciones propias y ajenas en esos sucesos", asegura.

En cambio su personaje, ficticio, se planta y dice no, lo que constituye el punto de partida de este solemne thriller con elementos de wéstern que discurre en un asfixiante y aislado pueblo de la Pampa argentina. "No es una película sobre la dictadura, sino sobre el atormentado peso que lleva en el alma este tipo por haber estado a punto de formar parte de todo eso", puntualiza Darín.

A su lado, la española Inma Cuesta explica en su habitual acento andaluz -se crió en Jaén aunque nació en Valencia- cómo fue a parar a esta producción que supone su primera experiencia latinoamericana. "Me llamó el director, que había visto mi trabajo y era imposible decir que no. Ha sido una oportunidad maravillosa de conocer Argentina, de trabajar con este caballero y de abrirme un caminito en Latinoamérica, me encantaría hacer más cine por ahí", asegura.

Cuesta se convierte en la ficción en una joven dependienta -clava el acento argentino- que ve en el personaje de Darín la puerta para escapar de sus propias fatalidades y de las miserias del pueblo en que vive. "Me ha ayudado a trabajar el acento una actriz argentina, Carolina Román, la grababa, y la imitaba. Y también Ricardo y Sebastián. Confié ciegamente en sus consejos", señala.

El triángulo protagonista lo cierra un Óscar Martínez (Relatos Salvajes, Paulina) que experimenta una extraordinaria transformación física para convertirse en el intrigante, grasiento y repulsivo comisario Valverde, que sospecha del pasado del piloto. La película es una reflexión sobre el mal, el miedo y el poder de la conciencia, pero Darín subraya que en ningún caso puede considerarse su personaje un héroe.

"Cuidamos específicamente que no fuera un héroe ni llegásemos a sentir empatía por él, porque no hay motivo. Se trataba de ser testigos de su renuncia frente a lo que considera demasiado para él", expone.

"En cuanto a analizar motivos, justificaciones ideológicas, políticas o militares de ese grupo, estamos muy alejados de esa posibilidad porque es incomprensible. Esas personas estuvieron a cargo del horror, matando y torturando a jóvenes compatriotas por diferencias ideológicas o, lo que es peor, por cumplir órdenes", subraya.

Colonia Elena, el municipio en el que se desarrolla la trama, es un enclave ficticio, pero Darín afirma que aún existen lugares así, que parecen detenidos en el tiempo, en Argentina y otros países latinomericanos. "Colocarte en un lugar así te ayuda a comprender el personaje. Una cosa es la letra, la palabra y otra ponerlo todo en su lugar. Lo que sobre el papel podía parecer una exageración, en ese entorno cobraba sentido".