Joaquín Sabina ofreció ayer el primero de los dos conciertos consecutivos que tiene en Madrid como presentación de su primer álbum de estudio en solitario en siete años, 'Lo niego todo', dentro de una gira que inició el 9 de junio en su localidad natal, Úbeda (Jaén). A sus 68 años, Sabina tiene un poder de convocatoria como pocos artistas españoles. Un ejemplo de ello es que agotó en un par de horas el aforo de la cita en el WiZink Center de Madrid.
Con "un nudo en la garganta", pero seguro de que podía conquistar a su "gente", la de Madrid, Joaquín Sabina ha abordado -y bordado- el primero de sus dos conciertos de esta semana en la capital dentro de la gira "Lo niego todo", ante un público que hoy ha visto disfrutar sobremanera al ubetense. Y es que Madrid ya echaba de menos a Sabina; se supo desde que se agotaron -en un par de horas- las entradas para este primer encuentro en el WiZink Center, que se replicará con el concierto de mañana y se consolidará con otro doblete el 18 y el 19 de julio en el mismo escenario.
La hipótesis, además, se ha confirmado y ratificado con una multitud de sabineros que se ha quitado el sombrero (en sentido metafórico) ante su ídolo, que sí ha irrumpido en el escenario con su mítico bombín, evidenciando que sigue siendo el "canalla" de toda la vida, aunque renovado con su nuevo álbum, "Lo niego todo", el primero de estudio en solitario en siete años.
"Desde el primer día tenemos grabadas a fuego las fechas de Madrid", ha señalado un Sabina emocionado por el "nudo" que, dice, se forma en la garganta "al tocar con la gente de uno, con la gente que uno más quiere". "Porque siempre es emocionante volver a casa", ha añadido con la voz temblorosa. Pero ha tardado poco el jienense en tragarse los nervios, que sí le valieron un susto en 2014, pero que hoy han desaparecido alegremente.
MIRARSE EN EL ESPEJO
Quizá por su "seguridad" en que las canciones que estrena con la colaboración de Leyva y Benjamín Prado iban a ser muy bien recibidas y por el entrenamiento al que se ha sometido durante su paso por México, Úbeda, Londres y Sevilla. Rotunda ha sonado en su voz "de lija" la primera canción de la velada, esa que da nombre al nuevo álbum y que le ha ayudado al cantautor a mirarse en el espejo y burlarse de esa "caricatura" que se ha hecho de él.
Así ha abierto un bloque en el que ha despachado, al estilo de su admirada Mercedes Sosa, toda la selección de temas de su nueva aventura discográfica (doble Disco de Platino), que ha continuado con "Quien más, quien menos" y "Posdata", que ha retumbado con aires mexicanos entre bailes del cantante.
Seguidas las dos de "No tan deprisa y "Qué estoy haciendo aquí", para la que el jienense ha sacado un "pito de caña", ese "dificilísimo instrumento" que le enseñó a tocar su "maestro", Javier Krahe, a quien también hace un guiño en la canción que ha desatado del todo al público, "Lágrimas de mármol", con una letra que demuestra que el que se llama "viejo verde" no teme a la vejez.
"Superviviente, sí, maldita sea". Y es que al Sabina de 68 años le gusta acordarse de lo bueno y de lo malo, para cantarlo con su particular humor y a través de estilos muy diversos que pueden pasar por el reggae, por la rumba o por el rock, como en la última de las canciones de la primera tanda, "Las noches de domingo acaban mal".
Después de ese momento y antes de llegar "al núcleo duro" del concierto, Sabina ha parado para hablar con cierto detenimiento de su banda o, en sus palabras, de su "familia", encabezada por sus fieles, Pancho Varona, Antonio García de Diego y Mara Barros. A esta última le ha prestado el escenario para que cantase "Hace tiempo que no", una canción de su disco en solitario compuesta por Sabina y basada en una conversación con su amigo Gabriel García Márquez. También Varona, con un look a lo Elvis Costello, ha tenido ocasión para mostrar su "talento en solitario", mientras el protagonista de la noche recobraba el aliento entre bastidores.
Lo recobraba para quitárselo después -ya con sombrero blanco- a quienes colmaban las gradas del antiguo Palacio de los Deportes, mediante "Una canción para la Magdalena" y, después, al proclamar su "Yo me bajo en Atocha" a modo de himno, o al pasear con brío "Por el boulevar de los sueños rotos".
Pasada la hora y media de espectáculo, nadie podría poner en solfa el poder cautivador de Sabina cuando decide abrir el baúl de los clásicos delante de sus seguidores, que han vibrado con el poderío de Barros en cuanto ha entonado la popular "Y sin embargo te quiero", predecesora de otro de los momentos estrella de la velada, el profundo "Y sin embargo" de Sabina, seguido de (mucho) "Ruido". La recta final ha llegado con "Peces de ciudad" y "19 días y 500 noches", bailada por muchos y coreada por todos, antes de que "Aves de paso", valga la redundancia, dieran paso al segundo receso, del que Sabina volvía con los bises.
"Noches de boda", "Y nos dieron las diez" y "Princesa", anunciaban la despedida de un "trovador" que ha reaparecido para regalar "Contigo" y arrojar "Pastillas para no soñar".
Entonces, sí ha quedado claro que Sabina puede envejecer como él quiera -con dignidad o sin ella- siempre que, de cuando en cuando, se quede en su Madrid ante un público que nota que su ídolo ha rejuvenecido. Aún le quedan muchas ganas de vivir "para cantarlo".