(Actualizado

El buen oficio y la sobria torería de Fernando Robleño, aun sin que tuviera posibilidad de premio, sobresalieron ante el descastamiento de los "santalomas" de Flor de Jara y San Martín lidiados hoy en Madrid, en la novena corrida de la feria de San Isidro.

FICHA DEL FESTEJO:

Cuatro toros de Flor de Jara y dos de San Martín (5º y 6º), en el tipo de su encaste aunque desiguales de volumen y cuajo. En conjunto, resultaron descastados y de poco celo, aunque alguno resultó manejable en el último tercio.

Fernado Robleño, de añil y oro: metisaca bajo (silencio); pinchazo, estocada honda desprendida y descabello (silencio).

Miguel Ángel Delgado, de lila y oro: estocada contraria (ovación); estocada y cuatro descabellos (silencio).

Diego Silveti, de grana y oro: estocada delantera y descabello (silencio tras aviso); estocada desprendida (silencio).

Entre las cuadrillas, Curro Robles y Fernando Sánchez saludaron tras banderillear al segundo.

Noveno festejo de abono de la feria de San Isidro. Algo menos de tres cuartos de entrada, en tarde nublada.

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LA LIDIA PRECISA

Gran parte de la afición madrileña esperaba hoy con gran expectación la lidia de los toros de Flor de Jara, ganadería de encaste Santa Coloma que supone una de las escasas excepciones al dominio de las divisas de origen Domecq en el ciclo isidril.

Pero, descabalada ya por los veterinarios y remendada con dos toros de la misma sangre y distinto hierro, la corrida no aportó casi nada a la baja media de bravura de lo que se lleva visto desde que comenzó el abono.

Sin gran aparato en las cabezas y dispares de presencia y hechuras, los cuatro de Flor de Jara tuvieron una casta muy medida y, aunque no sacaron grandes complicaciones, casi todos mostraron más los defectos que las virtudes de su sangre. Hasta el punto de que en el último tercio, sin ser tampoco nada del otro mundo, resultaron bastante mejores los remiendos de San Martín.

Ante tal material, lo más meritorio y redondo llegó de la mano del madrileño Fernando Robleño, capaz de resolver ante los dos desrazados toros de su lote con una añeja y reposada solvencia.

Fácil también con el capote, Robleño siempre acertó a darles el sitio suficiente en cada cite, a moverles la muleta a la altura exacta y a dejarles los vuelos del engaño con suavidad y sin engachones.

No logró así encontrar una respuesta agradecida de ninguno de los dos toros, pero al menos evitó que empeorase la condición de ambos, y en especial la del cuarto, que se defendió con genio y cierta guasa. No hubo, porque no podía haberlo, gran lucimiento en sus faenas, pero aun así Robleño dejó la impronta de su más que buen oficio.

El sevillano Miguel Ángel Delgado le puso mucho empeño a la tarde, dilatando su esfuerzo en dos faenas de muy largo metraje pero con estrategias poco acertadas para sendos ejemplares que le ofrecieron algún resquicio de lucimiento.

Así, el segundo toro tuvo un pitón derecho más que potable, mientras que el quinto, de variado y espectacular pelaje -negro nevado, jirón, calcetero y caribello- rompió con cierta entrega en la muleta tras mansear en los primeros tercios.

Pero una colocación demasiado encimista, poco aconsejable ante animales de esta estirpe, y un punto de brusquedad al manejar las telas impidieron a Delgado aprovechar mejor esas aparentes opciones.

También el mexicano Diego Silveti se anotó algunos momentos lucidos con el capote, como en un buen quite por delantales y otro por cordobinas, antes de enfrentarse a uno de Flor de Jara con escaso celo y a otro de San Martín que, aparentemente rajado en varas, se empleó asímismo por abajo tras los engaños.

El trabajo muletero de Silveti con ambos estuvo cortado por el mismo patrón: el de la corrección formaly el de una aseada técnica, aunque al conjunto le faltó una mayor convicción para transmitir alguna emoción a los tendid