Scorsese realiza un despiadado retrato de los excesos, las estafas y el ego
'El lobo de Wall Street' es una película soberbiamente rodada, en la que demuestra de forma apabullante su talento
Hace 15 años, Oliver Stone puso a Wall Street en el centro de las críticas, y ahora Martin Scorsese termina de rematar ese mundo tan ficticio, con la adaptación de la historia real de un bróker estafador y excesivo, al que da vida con brillantez Leonardo DiCaprio.
Con un metraje tan excesivo como su protagonista, El lobo de Wall Street es una película soberbiamente rodada, en la que Scorsese demuestra de forma apabullante su talento y su oficio, además de contar con algunas diálogos realmente divertidos, obra de Terence Winter, el talento detrás de Los Soprano.
A través de una fachada de orgías, fiestas desmadradas, yates, deportivos y mujeres, muchas mujeres, la película de Scorsese traza un retrato demoledor de la irrealidad en la que se ha vivido a costa de los vaivenes de la bolsa, fomentada por una economía construida para enriquecer a unos pocos a costa de la mayoría.
Unos personajes vacíos de cerebro y completamente amorales que lo único que buscan es amasar ingentes cantidades de dinero para comprarse una vida de lujo en la que la idolatría es el elemento común y en la que la traición, el engaño y la estafa se convierten en las herramientas para trepar a lo más alto.
El problema de la película, además de su duración de tres horas, es que los límites entre la crítica y la pura comedia quedan demasiado diluidos y da la sensación de que algunas escenas se han mantenido solo por la diversión que proporcionan o por el lucimiento de DiCaprio y no porque aporten algo a la historia.
Y también la reiteración machacona con la que el realizador nos muestra las personalidades infantiles de los personajes que se pasean por un filme que con una hora menos de metraje habría ganado en profundidad.
Nominada a cinco Óscar, película, director, actor principal, secundario (Jonah Hill) y guión, este nuevo trabajo de Scorsese no llega al nivel de algunas de sus obras maestras, como Toro salvaje o Uno de los nuestros, pero logra contagiar su ritmo, como ocurría con Casino, y es muy superior a las películas de los últimos años.
Su calidad resulta infinitamente mayor que la de muchos grandes éxitos de taquilla y el acierto con el que Scorsese coloca la cámara, siempre en el lugar exacto en el que tiene que estar, permite que esas tres horas no se hagan eternas.
Aunque sin duda lo mejor de la película son apenas unos minutos, aquellos en los que aparece un Matthew McConaughey que se come la cámara y a DiCaprio y que lleva ya varios años demostrando que es mucho más que el protagonista de ñoñas historias de amor.
El lobo de Wall Street llega este viernes a las pantallas españolas, avalada por unas nominaciones a los Óscar que le pueden dar un importante empujón.
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