Soberbia actuación de Juan del Álamo en Las Ventas
El salmantino Juan del Álamo cortó una oreja de peso en el segundo festejo de la Feria de San Isidro, aunque se cerraría a última hora la Puerta Grande al "pinchar" una soberbia y valiente faena al sexto.
FICHA DEL FESTEJO
Cinco toros de Martín Lorca y un sobrero -el tercero- de El Vellosino, bien presentados y de juego desigual. Tuvo clase y temple el primero; manejable pero a menos el segundo; bueno por el derecho el tercero; sin clase el cuarto; parado y deslucido el quinto; y encastado y complicado el sexto.
Ángel Teruel: estocada delantera (silencio); y pinchazo y estocada que "hace guardia" (silencio).
Miguel Tendero: pinchazo y estocada desprendida (silencio); y pinchazo y estocada desprendida (silencio).
Juan del Álamo: estocada arriba (oreja); y tres pinchazos y estocada (gran ovación tras aviso).
En cuadrillas, Fernando Téllez saludó tras banderillear al primero, y, a caballo, buen tercio de varas de Óscar Bernal en el sexto.
La plaza tuvo algo más dos tercios de entrada en tarde de nubes y claros.
AHÍ VA UN TÍO
No se esperaba el aficionado, con tantas tardes de San Isidro aún por delante, lo que vio Las Ventas: un Juan del Álamo sublime en todos los órdenes por valiente, capaz, entregado y, lo que es mejor, por llevar el toreo bueno dentro y mostrarlo ante dos toros que requirieron lidias bien diferentes.
Cortó solamente una oreja, que no es poco dada la dificultad que supone lograr un apéndice en la plaza de Madrid, pero la impresión que dio en el conjunto de la tarde tuvo sabor a triunfo grande, de "ahí va un tío" que puede llegar a donde se proponga si no le falla una espada, que hoy se rebeló contra él en el momento clave.
La oreja la cortó al sobrero de Vellosino que hizo tercero, toro a punto de cumplir seis años, que, pese a lo desordenado que fue en los primeros tercios, tuvo buen tranco por el pitón derecho, por donde Del Álamo argumentó una faena entregada y valerosa.
Tandas de muletazos largos y sentidos, de notable expresión y perfecta ligazón. La plaza no se lo creía, pero ahí estaba un hombre dispuesto a encarecer la feria. Los olés, cada vez más rotundos a medida que iba templándose con su oponente, que echó la cara arriba y se revolvió por el izquierdo.
La estocada final, entrando como una vela, fue perfecto corolario a una labor de alto voltaje, que le permitió pasear el primer trofeo de San Isidro.
En el que cerró plaza jugó bien sus bazas Del Álamo desde el principio, enseñando al toro en el caballo, algo que gusta mucho ala aficionado de Madrid, donde, además, brilló Óscar Bernal. Con la gente a favor empezó el torero la faena de muleta doblándose por abajo hasta que llegó una espeluznante voltereta.
Al toro, encastado y exigente, había que poderle, y Del Álamo, consciente de lo que tenía en sus manos, estuvo cumbre con él, muy de verdad, valiente a carta cabal hasta cuando el astado empezó a enterarse de lo que dejaba atrás. Soberbio el torero, cerró faena con manoletinas de escalofrío.
Pero el sueño de la gloria se esfumó en la suerte suprema. El toro no pasaba en el embroque y Del Álamo se lió a pinchar cerrándose así la Puerta Grande.
Teruel no se acopló con su buen primero, toro flojito pero noble, pronto y con movilidad, de esos para recrearse toreando, sin embargo, no le cogió ni la distancia, ni la altura ni la velocidad, descolocado y desconfiado, sin pegar ni un solo pase en condiciones.
No mejoró su versión en el cuarto, rebrincado y con poquito fondo, con el que Teruel anduvo nuevamente inseguro y tirando líneas.
Tendero volvía a Madrid con la responsabilidad de consolidar la oreja que cortó el pasado domingo. Y así, con decisión, salió ya con el capote en su primero; con el que, no obstante, bajó enteros con la muleta.
Sin probaturas se puso a torear el albaceteño sobre la diestra, por donde surgió una primera tanda que hizo presagiar por un instante que aquello podía "romper". Pero no. La faena empezó a decaer, ora porque el toro fue perdiendo fuelle, ora porque el torero no acabó tampoco de verlo claro.
El quinto fue toro muy agarrado al piso, y a Tendero no le quedó otra que abreviar tras intentarlo ven una porfía imposible.
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