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El Museo Thyssen de Madrid acoge a partir del martes y hasta el 30 de octubre la exposición 'Caillebote, pintor y jardinero', una muestra que pone el foco en la producción de uno de los pintores impresionistas menos conocidos y más originales del movimiento. Paula Luengo, comisaria técnica de la exposición, ha explicado a los medios que se trata de "uno de los pintores impresionistas menos conocidos pero uno de los más interesantes que merece la pena conocer".

Algunos de los recursos más utilizados por Caillebotte fueron los planos en picado, los zooms o los "close-up", así como composiciones innovadoras y modernas, que daban a sus pinturas un "aspecto muy cinematográfico y fotográfico" que, aunque hoy en día no llama la atención, en su momento era "muy rompedor".

Esta muestra se compone de cuatro capítulos centrados en los lugares donde Caillebotte vivió y trabajó: 'El París de Haussmann: un universo mineral'; 'Veranos en Yerres: 1861-1879', donde pintaba "al aire libre"; 'El Sena y los viajes a Normandía: 1880-1888' y 'Le Petit-Gennevilliers: 1888-1894', dedicada a su jardín, planeado por él, donde creaba su propio paraíso, lo que luego le proporcionaba "muchos temas" para su pintura.

Esta muestra, organizada en colaboración con el Musée des impressionnismes Giverny, donde la exposición se ha podido ver hasta el pasado 3 de julio, está formada por un total de 64 obras, casi todas proceden de colecciones privadas, de los descendientes de la familia, y muchas de ellas han sido expuestas muy pocas veces, según ha explicado Luengo.

Tal y como ha explicado, Caillebotte estudió Derecho y recibió formación académica en pintura, pero su estilo, aunque no sigue los cánones del salón, fue muy "rompedor", especialmente en lo que se refiere a los temas: no solo retrataba burgueses en sus obras, sino también a los artesanos y trabajadores, motivo por el que se mofaban por él.

Caillebotte no fue un pintor muy conocido en el impresionismo, algo que se debe, según ha explicado Luengo, a su fallecimiento a la edad temprana de 45 años y a que su producción no fue tan numerosa como la de Renoir o Monet, con quienes mantenía relación. Además, tampoco vendió mucha obra en vida porque tenía una "posición económica muy buena", por lo que la mayor parte de la colección quedo en su familia.