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Una de las obras maestras de Miguel Ángel, los frescos de la Capilla Sixtina en los Museos Vaticanos, puede ser cerrada al torrente de turistas que la visitan a diario y a cambio establecer un número determinado de personas para preservar el ingente patrimonio artístico que alberga. Así lo advirtió el director de los Museos Vaticanos, Antonio Paolucci en declaraciones que publica hoy el diario "La Repubblica". "Si no se interviene de inmediato con la instalación de un nuevo sistema de climatización habrá que rebajar el número de visitas para no dañar el patrimonio", refirió.

La capilla fue construida en 1484 para el papa Sixto IV, a quien le debe el nombre, pero fue Julio II quien encargó a Miguel Ángel su decoración (1508-1512). El papa Julio II inauguró con una solemne misa los frescos en el día de las Vísperas de la Festividad de Todos los Santos, el 31 de octubre de 1512 y mañana será su sucesor en la silla de San Pedro, Benedicto XVI quien a la misma hora repita el mismo rito para festejar los 500 años de la Capilla Sixtina.

La relación entre Julio II y Miguel Ángel fue tormentosa; el gran maestro dudó antes de aceptar el encargo pues se consideraba escultor y no pintor, pero empezó a trabajar en 1508 con una obsesión apasionada, despreciando cualquier ayuda.

La capilla tiene 20 metros de altura, y Miguel Ángel trabajó sobre un andamio que colgaba en las alturas durante cuatro años, con un esfuerzo físico y artístico descomunal y en medio de grandes trifulcas con el papa Julio II que le conminaba a que acabara el trabajo.

Los frescos representan nueve escenas del libro del Génesis como "Creación de la luz", el "Pecado Original" y el "Diluvio Universal".

A pesar de su descontento por ser un pintor empleado del Vaticano, Miguel Ángel regresó casi 20 años después, con 59 años, para acometer otra pintura en la Capilla Sixtina a petición de Clemente VII, quien el encargó el Juicio Final en la pared del altar y que terminó en 1541.

El maestro se afanó y pintó una masa de cuerpos retorciéndose en sus tumbas a la espera de la ira de Dios, un tema elegido como advertencia a los católicos para que se sometieran durante la Reforma que se extendía por Europa, aunque también es interpretado como fruto de la fe atormentada de Miguel Ángel.

La capilla alberga además obras de importantes artistas del renacimiento como Botticelli, Ghinlandaio, Pinturicchio y Signorelli.

La conmemoración de los 500 años ha animado la polémica que el propio director de los Museos Vaticanos, Paolucci, negaba el pasado septiembre en el diario vaticano "L' Osservatore Romano". "Estamos en la época del turismo de los grandes números, millones de personas quieren gozar de la cultura histórica; es un fenómeno del que somos perfectamente conscientes y debe de ser afrontado, pero un número cerrado es impensable".

El director agregó que "la Sixtina no es solo un lugar artístico, es también una capilla consagrada, un compendio de teología y en verdadero catecismo que representan las figuras".

Y es que la Capilla Sixtina alberga también al cónclave que elige nuevo papa.

Es ahora cuando Paolucci señala como preocupantes elementos como el polvo, la presión antrópica, el anhídrido carbónico, cambios climáticos que constituyen elementos nocivos que cada visitante trae consigo y minan el microclima de la Capilla Sixtina.

La solución, según dice, la instalación a primeros de año de un sistema que quitará el las partículas de polvo, cambiará constantemente el aire y estabilizará la temperatura.

Están excluidos cualquier tipo de restauración de los frescos como la intervención que se hizo bajo la dirección de Gianluigi Colalucci y terminada en 1994, que en un principio causaron estupor en la comunidad internacional al dejar al descubierto los vivos colores de la paleta del maestro florentino.