Una oreja para la ambición del mexicano Arturo Saldívar en Las Ventas
El diestro mexicano Arturo Saldívar cortó una oreja de peso en la corrida de hoy de la feria de San Isidro, donde se impuso con valor y determinación al viento y al tercer toro de una corrida basta, desrazada y violenta de El Ventorrillo.
FICHA DEL FESTEJO: Seis toros de El Ventorrillo, de bastas y descompensadas hechuras, especialmente los más voluminosos lidiados en los últimos lugares. En general, bravucones y desrazados, se apagaron o se defendieron con violencia.
Sergio Aguilar: estocada desprendida y descabello (silencio); estocada desprendida (silencio).
Miguel Ángel Delgado: estocada (ovación tras aviso); tres pinchazos y descabello (silencio tras aviso).
Arturo Saldívar: estocada (oreja); estocada atravesada y descabello (silencio tras aviso).
CLAVADO EN LA ARENA
Los toreros mexicanos siguen dando buenas noticias este San Isidro. Si hace unos días era Diego Silveti quien cortaba una oreja en Las Ventas -algo que no había sucedido con ningún matador de su tierra desde hacía trece años-, hoy volvió a "tocar pelo" el hidrocálido Arturo Saldívar.
Fue esta otra una faena de más consistencia, la que dio verdadero peso a un trofeo que el joven azteca se ganó con ambición, asentándose en la arena con plomada y clavando los talones para imponerse al molesto viento y a un toro que fue perdiendo gas y raza a medida que avanzaba el trasteo.
Cuando el salpicado galopó en el inicio del trasteo, Saldívar echó las dos rodillas en tierra para cuajarle sin contemplaciones una honda y templada tanda de derechazos en la misma boca de riego.
Pero en la siguiente serie de pases, ya erguido el torero, el de El Ventorrillo empezó a desfondarse y a salir de las suertes con la cara alta, sin emplearse en sus menguantes embestidas.
Y si el mexicano aprovechó esas escasas arrancadas completas para torear con ligazón, no se desmoralizó cuando estas se fueron acabando. Muy al contrario, insistió en la distancia corta con mayor aguante para seguir imponiéndose y, tras unos apurados adornos y una gran estocada, cortar finalmente una de las orejas de más calado de lo que va de feria.
Pero si se hizo alguna ilusión de poder abrir la Puerta Grande, el basto sexto se la echó por tierra ya de salida, con sus amagos de saltar al callejón.
Rajado y aquerenciado, el toro se paró en la muleta, aunque Saldívar hizo con él un esfuerzo añadido, aún más estimable si se tiene en cuenta que toreó esta corrida con dos costillas fisuradas por el percance sufrido días atrás durante un entrenamiento.
A Sergio Aguilar le cupo en suerte un lote de imposible lucimiento. El primero fue un colorado de insulsas y cortas arrancadas que el madrileño apenas si pudo templar por la constante molestia del viento.
Y menos aún le dejó brillar el quinto, un mostrenco descompuesto que se hartó de soltar constantes y violentos cabezazos a la muleta de Aguilar, que optó por cortar por lo sano.
El segundo de la tarde se movió algo más, pero siempre para arrollar a pechugazos, usando más la fortaleza de su cuarto delantero que la bravura que no tenía. Miguel Ángel Delgado estuvo con él muy generoso, por la paciencia y la sinceridad con que intentó aplacarlo entre un vendaval.
Esa buena actitud fue también la que tuvo el joven ecijano con el quinto, otro corpulento toraco que tuvo cierta voluntad de embestir pero sin empuje en los riñones para mover hacia adelante su gran tonelaje
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