Las fajas vuelven a poner las cosas en su sitio
Un siglo después de que diseñadores como Poiret o Fortuny redibujaran las constreñidas siluetas por el polisón y los corsés, la cíclica moda rediseña la faja y la sube a los altares por obra y gracia de las numerosas famosas que confiesan llevarla.
Una pieza que, hasta sus formas actuales, ha recorrido un largo camino desde los cartones de pecho del siglo XVI o los corsés del XVIII, y cuya longitud se fue marcando "no solo para una forma de pecho, sino una forma de cintura y cadera", comenta Concha Herranz, conservadora jefe de indumentaria del Museo del Traje de Madrid.
Un patrón que volvió a cambiar a principios del siglo XX con "líneas más rectas y ablusadas" que convierte a creadores como Poiret y Fortuny en sus precursores, por su rechazo a la constricción y su búsqueda de libertad de la mujer.
Una evolución muy ligada al cambio de actividad femenino, en una época en la que ellas comienzan a entrar en el mundo deportivo o en la que ven como el metal con el que se confeccionaban las ballenas de sus corsés era utilizado para producir las armas con las que se luchaban en la I Guerra Mundial.
Los "felices" años 20 otorgaron a la faja su estatus como prenda y, en una de sus variantes, dedicó la década a ayudar a los vestidos "flapper" a disimular las formas femeninas de pecho y caderas. "Pero es en los años 30 en donde se clarifica muy bien lo que es la faja y los campos de esta lencería", puntualiza la conservadora.
Aunque también destaca la complicación de clasificar una prenda que abarca desde las dedicadas al aspecto estético, a las que se piensan para paliar problemas de salud o las que incluso salen a la calle, como las dedicadas al "fitness".
La llegada de esta prenda se considera un importante avance de la liberación de la mujer frente al corsé, pero ¿cómo puede ser liberadora si insiste en esconder sus formas? La respuesta, el cambio hacia materiales flexibles que sustituyen a elementos tan agresivos como las ramas de árbol.
En las décadas sucesivas, su compra, que estaba limitada a determinados momentos de la vida como el ajuar matrimonial y no accesible a todas las clases sociales, se convertirá en algo extendido entre féminas y cambiarán su longitud y forma aliándose, por ejemplo, a la cintura de avispa del "New look" de Dior.
Pero entonces llegaron los 70 y las críticas, no solo feministas, sino médicas, alertando sobre problemas físicos que una compresión continuada con materiales no transpirables, como el nylon, podrían causar. Así, las fajas, ya de por sí relegadas a la intimidad, desaparecieron del armario, al menos del de la mayoría.
"Yo tengo clientas que llevan comprando el mismo modelo de faja desde hace cuarenta años", recuerda Elia Blanco, cuya familia regenta la mercería "Lolita" desde hace 55 años, por lo que han vivido el auge, caída y el nuevo repunte de esta prenda que vuelve "por debajo del pecho y muy apretada".
Su negocio es uno de los que más ha notado la vuelta a la actualidad de esta prenda con una variedad adaptada a toda necesidad: en su forma tradicional, con diferentes largos de pantalón, con o sin sujetador, diferentes refuerzos o hasta con efecto tanga, las más demandada por las jóvenes.
En sus estanterías se pueden seguir encontrando antiguas piezas con cordajes que ahora venden para obras de teatro y que contrastan con la suave lycra de los últimos modelos con un diseño "mucho mejor pensado" para que puedan ser llevadas en el día a día, aunque según ella, la época pico de ventas es la de "bodas y comuniones".
Por comentarios de sus clientas, su vuelta a la actualidad se debe a las famosas que las usan sin esconderse "para esos vestidos totalmente ajustados y que les hacían preguntarse, ¿cómo no les sale ningún michelín?"
Y gran parte de la responsabilidad de que las famosas hayan dejado su ropa interior a la vista es de Sara Blakely, que a finales de los 90 creó la firma Spanx, un término que ya se utiliza como sinónimo de faja y que tiene a mujeres como Katy Perry, Gwyneth Paltrow u Oprah Winfrey entre sus clientas confesas.
Tras ella, cuya "revolucionaria" idea le ha colocado en la lista Forbes como la mujer joven más rica, todas las marcas han desterrado el olor a naftalina que acumulaba la faja y la han colocado como una prenda fundamental de sus colecciones.
Si hasta la deseadísima Irina Shayk ha permitido que Suiteblanco la fotografíe llevando sus prendas reafirmantes está claro que el estatus de esta prenda ha cambiado.
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